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Crónicas al andar: Los últimos besos

París.- Dentro de pocas horas me volveré a encontrar con mi esposa. Entonces, otra vez la vida será creíble, bella y maravillosamente imperfecta.

Eso es lo que creo mientras comparto contigo este paseo. Te beso por el cuello como me has dicho que te gusta. Caminamos de la mano y entre la muchedumbre, que comparte fotos y risas nos adentramos en el cuerpo del Louvre.

Me susurras un millón de anécdotas. De amores de alcurnia, de bodas fastuosas y hasta de infidelidades terrenales.

Frente al Arco del Carrusel y junto a un verdor casi mágico me pides que andemos de prisa. Me niego y lo disfruto.

Las Tullerías, El Museo y la Casa de la  Moneda, el Pont Neuf (Puente Nuevo), la Isla de los Cisnes con su Estatua de la Libertad y mil delicias más, las pruebo a grandes mordiscos sobre la marcha.

Antes, recuerdo que te pedí que nos fotografiáramos delante de la pirámide del Louvre. No querías que nadie te descubriera, lo comprendo, pues a veces las infidelidades son así.

Lo acepto con una condición. Que sigamos juntos un poco más.

Otra vez te beso, esta vez en la boca. Te mordisqueo los labios en el mismo puente, donde antes miles candados sellaban mil sueños de amor.

Desafiamos a quienes venden antigüedades y bellas reliquias a un costado del Sena. No reparan en nosotros. El dinero y la vida les valen más. Mejor para nosotros, que en cada esquina, aceras y calles degustamos un poco más de rica historia.

Centenares de lugares y anécdotas desfilan frente a mis ojos. Tu voz, dulce y milagrosa me adentra en nuevas tierras. Ya me es difícil recordar, es tanto al atracón, que debemos parar unos minutos. Algunas digestiones merecen una pausa.

Sentados, me recuerdas nuestra subida a la Torre Eiffel. Te ríes de mi actitud en lo más alto. De las promesas cumplidas que murmuré.

Respetas mi actitud en la Comedia Francesa, y en la Ópera que lleva tu nombre. Mi paso corto y hambriento por los Campos Elíseos, los brazos abiertos en el Arco de la Defensa, la Plaza de la Concordia y varios tesoros más.

Volvemos a andar. Queda mucho por ver, y sospecho que se nos acaba el tiempo. Es cierto, no lo olvido, algunas infidelidades son así.

Paramos en el café de la Paix, donde Víctor Hugo y Émile Zola, tal vez imaginaron algunas de sus genialidades, incluso la cafetería  donde Marcel Proust bebía su chocolate e imagina brillantes letras.

Estamos exhaustos, ha sido tanto el camino y los besos, que prefiero no contar más.

Garabateo un montón de otras experiencias en mi mente, que prefiero no contar por ahora. Te abrazo por última vez. Centenares de secretos quedarán entre nosotros.

Creo que algunos, cuando los recuerde los recitaré. Otros quedarán enterrados para siempre, pues sabes bien que las infidelidades son así.

Dentro de pocas horas me volveré a encontrar con mi esposa. Entonces, de nuevo la vida será creíble, bella, dura y a ratos maravillosamente imperfecta. Entonces le contaré al oído y sin miedos, todas las veces que besé tu cuello y tu boca París.

 

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