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En Villa Coral, la otra cara del verano

Para muchísimos trabajadores el verano tiene otra cara, está marcada por extensas jornadas de trabajo intenso asumidas con placer, porque de sus esfuerzos dependen la recreación y el sosiego de mucha gente.

Una parte del pequeño grupo que se agiganta en defensa de la recreación colectiva.  Foto: Ángel Chimeno Pérez

Y en ese otro complejo y exigente escenario anda muy contenta y complaciente María Jiménez Gerbau, una señora que ha convertido en su segundo hogar un pequeño espacio de Villa Coral con el propósito de que los vacacionistas disfruten su estancia en esta instalación, situada en playa La Llanita, del litoral norte del municipio de Puerto Padre, provincia de Las Tunas.

“Vivo en Becerra, en la ciudad de Las Tunas, y desde hace un año me desempeño como carpetera en este centro”, dice y confiesa el regocijo  que le provoca  servir a los visitantes, aunque por esa razón tenga que aplazar el descanso propio.

En nombre de sus compañeros asegura que “todos sentimos gran satisfacción por lo que hacemos; y, procuramos, a pesar de las dificultades y las carencias, que quienes acuden a la villa se sientan lo mejor posible”, lo afirma y los colegas asienten con gestos de aprobación.

Villa Coral por dentro

Villa Coral es una instalación que durante mucho tiempo estuvo entre las opciones veraniegas de lujo  de los trabajadores,  pero su traspaso a la Empresa Provincial de Alojamiento ha conllevado a la falta de mantenimientos oportunos y a cierto abandono, que antecede las escaseces actuales y deviene amenaza real a su supervivencia.

 

Encarar con voluntad las carencias. Foto: Ángel Chimeno Pérez

Sus esperanzas de recuperar el esplendor descansan y se apoyan en los hombros de un reducido grupo de trabajadores que hace hasta lo imposible por sostenerla como una oportunidad digna en la etapa estival.

“La villa dispone de  13 cabañas, y solo siete están prestando servicios”, confirma María  y explica que están asignadas a organismos que con vistas  al verano les crean condiciones materiales a las habitaciones y les aseguran la transportación a los vacacionistas, “nosotros les garantizamos la limpieza y la alimentación: desayuno, almuerzo y comida”.

Margarita Ramírez Pérez, dependienta de salón, como el resto del equipo, hace lo que haga falta para que todo funcione, detalla que la instalación pertenece a la unidad empresarial de base  (UEB) Alojamiento, del municipio de Puerto Padre, y en otras épocas del año ofrece servicios de hospedaje a quienes lo requieren y acogen algunos eventos.

“Fuera del verano  trabajamos en dos turnos, pero en esta etapa decidimos hacerlo los dos meses seguidos, a penas sin descanso, es difícil, pero fue el acuerdo del grupo para sacar adelante a la villa, que consideramos nuestra segunda casa”, enfatiza.

La salvación de Villa Coral

Y rectifica que ellos laboran para mantenerla a flote en lo referido a la economía, porque “el rescate  constructivo es algo que no depende de nosotros. Nos han dicho que está en los planes, que se va a dar el dinero para reconstruirla completamente, pero nunca llega”.

A Margarita Ramírez Pérez, dependienta de salón, como el resto de sus compañeros confía y trabaja en la salvación de Villa Coral. Foto: Ángel Chimeno Pérez

Margarita recuerda  que “en el verano pasado funcionaban muchas cosas y ahora no”, y ejemplificó con el split del restaurante, y la turbina que bombeaba el agua corriente a las cabañas por las redes necesitadas, también, de rehabilitación.

Esos trabajadores merecen estímulos que tampoco llegan ni mediante los ingresos, pues laboran por un salario básico que oscila entre los dos mil 100 y los dos mil 500 pesos,  alejados de sus esfuerzos y resultados, “porque somos una unidad perteneciente a una empresa con pérdidas”, remarca Margarita.

Al área de baño, muy próxima a la de hospedaje, la naturaleza le ha ido proporcionando sus tradicionales encantos arrebatados por el  huracán Ike (8 de septiembre 2008); empero, el hombre tiene que complementar con ideas y realizaciones  esos atributos para que  los bañistas aumenten el sosiego en un sitio paradisiaco.

Las expectativas…

Ni los bajos salarios, ni cocinar con leña que autogestionan en los alrededores, son óbices para cumplir el encargo de atender  a más de 40 huéspedes propios por rotación y a los de la villa de Azcuba, situada en las proximidades.

Todos miran impacientes el deterioro de las  habitaciones, agravado por la falta de corrección de pequeños problemas que van creciendo y de uso, y advierten que  “llegará el momento en que no podrán recuperarse”.

Sin embargo, abrigan la esperanza de la restauración más temprano que tarde, antes del otro verano,  y no dudan de que Villa Coral recuperará su esplendor, y contará, otra vez, con las condiciones para atender mejor a los turistas.

“El colectivo se ha convertido en una gran familia. Yo trabajo en el restaurante, y si tengo que ir a limpiar una habitación voy; si me necesitan de camarera en el restaurante acudo, y si requerimos la ayuda de la carpetera en la cocina, ella va,…. Esa es la disposición de todos”, enfatiza Margarita.

Villa Coral merece, desde ahora, una mirada abarcadora y recursos que le permitan llegar a la próxima temporada  veraniega más bella y acogedora.

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