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Nuestras voces: La gloria que vive en los puños

Erislandy Álvarez (63,5 kg) fun­ciona sobre el ring como un tiro. Con él todo sucede de­prisa, sin que apenas les permita a los rivales instantes reposados. En uno de sus combates aquí escuché a alguien en las gradas gritar, que lo único que les queda a los que le retan es la vaga esperanza de que vengan a rescatarles…

“Al principio de los Juegos estaba un poco nervioso. Ya estoy calma­do. Cada vez que subo al cuadri­látero lo hago con más ganas, con más hambre”, apunta mientras su mirada esquiva la grabadora y se asienta sobre la acción que se vive en el ring.

“Siempre salgo a darlo todo, con el corazón, para evitar las dudas en los jueces y dar alegría a los míos. Ya aseguré la medalla de bronce, pero quiero más. Cuba lo espera y pelearé por eso”…

Alza una bandera cubana. Lanza va­rios gritos de aliento para Arlen Ló­pez, que se bate por garantizar una presea. Respira fuerte y prosigue.

“Me siento en perfecta forma. Hici­mos un buen entrenamiento. ¿Pre­sión?”, me pregunta tras recibir la propia interrogante.

“La misma que puede experimen­tar cualquier boxeador o atleta de otro deporte. La clave es seguir las orientaciones de mis entrenadores, con los que preparamos el trabajo para neutralizar a los rivales. Si lo cum­plimos la victoria está más cerca”.

Erislandy Álvarez baja los peldaños como un tiro. Curiosamente como mismo actúa sobre el ring. Felicita a Arlen por la victoria y juntos se pier­den en las entrañas de la instalación.

Algunas preguntas quedan por res­ponder. De seguro llegarán en las próximas jornadas, pues con él, al menos sobre el cuadrilátero todo sucede deprisa, sin que apenas les permita a los rivales instantes reposados. Lo ratifican sus demos­traciones, porque detrás de cada palabra dicha por él, hay trabajo, trabajo y trabajo. Definitivamente, cuando se obra así, la gloria se en­grasa en sus puños.

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