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Unidos

El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, el 26 de julio de 1953, marcó un hito en la historia nacional. Hay consenso: las acciones militares no tuvieron éxito, pero se abrió un camino. Ese día fue la clarinada. Cinco años, cinco meses y cinco días después, la Revolución triunfaba.

 

Era la misma Revolución forjada desde las luchas por la independencia. Fidel Castro insistió en la continuidad del proceso. Los rebeldes que entraron —esa vez, sí— en Santiago, que recorrieron el país de oriente a occidente, que fueron aclamados en La Habana… eran depositarios de una idea esencialmente martiana: sin la unidad de un pueblo, todo empeño revolucionario está condenado al fracaso.

Ahí radicó el mérito mayor del movimiento que lideró Fidel: aunó las aspiraciones de cambio, las ansias de libertad, en un proyecto raigal, democrático, integrador.

La Revolución es una epopeya permanente, así la asumió siempre el Comandante en Jefe. La unidad continúa siendo indispensable para la concreción de una sociedad más justa, que precisa del aporte de todos.

Los más recientes debates en el Parlamento remarcaron el llamado a toda la ciudadanía: el socialismo es una construcción colectiva, que apuesta por la confluencia plena. La República de todos, con todos y para el bien de todos que vislumbró José Martí.

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