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El papel gana a la piedra (Fotorreportaje)

La Habana está llena de edificios icónicos. Algunos, con más suerte que otros, sobreviven colosales al paso del tiempo, como el Gran teatro de La Habana o el Capitolio Nacional. Los desdichados, los olvidados o relegados a no sé qué plano, se niegan a colapsar pero padecen de una resistencia sin brillo.

Construcciones de todos los tiempos, cultura que se pierde por cualquier motivo y no hace otra cosa que calar muy hondo en los sentimientos de quienes tuvieron la dicha de verlos florecidos.

En tiempos de lucha contra la colonización cultural parece una paradoja que íconos como los cines Cuba y Maravillas, o teatros como el Amadeo Roldán se hayan deteriorado al punto de parecer insalvables. Quien piense proyectos de restauración para ellos, recuerde antes que el papel gana a la piedra.

El cine teatro Maravillas, ubicado en la calzada del Cerro, tenía una capacidad de 1200 personas. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

El cine reina, construido en la década del 30 del pasado siglo, permitía la entrada de hasta 1570 espectadores. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

El cine Cuba tenía una capacidad reducida, solo 900 butacas. Hoy su interior es lugar de una carpintería. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

El teatro Campoamor terminado en 1921, fue también lugar de proyecciones cinematográficas. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

El cine Mégano, anteriormente cine Capri, tenía capacidad muy pequeña, apenas 450 personas. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

Parte lateral del Cine Campoamor. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

El teatro Amadeo Roldán fue construido en 1929 como sede de la Sinfónica Nacional, tiene una capacidad de 886 asientos. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría
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