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Los del 26 eran jóvenes alegres, con ganas de vivir

Nadie como una artemiseña para escribir sobre las acciones del 26 de julio de 1953, sobre todo si es María de las Nieves Galá León, periodista de academia y de vocación, infinidad de veces laureada por el amor y oficio que imprime a sus textos, coterránea de los moncadistas.

 

Foto: Agustín Borrego Torres

De tal suerte, en la edición 31 de la Feria Internacional del Libro de La Habana, vio la luz su libro Los muchachos de Artemisa, en coautoría con Felipa Suárez Ramos, editora además de ese volumen.

“Nací en Pijirigua, un pequeño poblado artemiseño. En la esquina del callejón donde está la casa de mis padres, radicó hasta su muerte Fidel Labrador García, quien durante el asalto al cuartel Moncada recibió un balazo en el rostro, a consecuencia de lo cual perdió un ojo. Y cursé la enseñanza primaria en la escuela José Antonio Labrador, que honra a uno de los mártires de esa gesta.

“Crecí con la historia a mí lado. En muchos espacios se hablaba del tema, y siempre me he identificado con ese suceso y su huella en la historia cubana. Creo que todos tenemos una deuda con esos muchachos que asaltaron el cielo por alcanzar sus sueños; la mía es también sentimental.

“De modo que, como reportera en el periódico Trabajadores, y junto a la colega Felipa Suárez, realicé diversos artículos y entrevistas sobre la presencia de los jóvenes del territorio en las acciones del 26 de julio de 1953.

“Con el tiempo, nos percatamos de que disponíamos de material interesante y útil para dar a conocer en un libro —sobre todo a las nuevas generaciones— la corta pero intensa vida de quienes integraron la Generación del Centenario.

“Ambas subrayamos que el texto, publicado en formato digital por la editorial Verde Olivo, es un acercamiento a la vida de esos artemiseños que tomaron parte en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente. Aún quedan muchas anécdotas por contar”.

Pese a que la historia los conoce como héroes y mártires, Galá León explicó que su intención consistió en desvelar mucho más, en presentar cómo eran antes de involucrarse en aquellos sucesos.

“Ante todo, eran jóvenes de carne y hueso, alegres, enamorados, trabajadores… con inmensas ganas de vivir. Tenían sueños y proyectos. En las entrevistas realizadas a parientes cercanos de los mártires, se descubre la grandeza de estos hombres, su amor a la familia y a la Patria. Sus esposas e hijos los esperaban, y nunca se volvieron a ver.

“Me conmovieron muchas de esas historias, como la contada por Gilda, la hija de Tomás Álvarez Breto. El día de la entrevista ella recordó que un rato antes de irse, él se acostó en el piso para que le hiciera cosquillitas en los pies y le dijo: ‘Te voy a ir a comprar una muñeca. Mañana yo te traigo una muñeca’”. Esas fueron las últimas palabras a la amada hija, nunca más la volvió a ver.

“Y la historia recoge otra anécdota, que habla del gran corazón de Rigoberto Corcho. Su hermana, Edelma, se encontraba enferma y él le dio su reloj de pulsera. Ella se opuso, no lo quería coger, porque sabía cuánto él lo apreciaba. Rigo la convenció: ‘Para que sepas la hora de tomar las medicinas’.

“Las cartas escritas por Ciro Redondo García y Julito Díaz a sus familiares, a las que tuvimos oportunidad de acceder, son un reflejo del espíritu juvenil y patriótico de los dos revolucionarios que mueren en combate en el Ejército Rebelde”.

Evidentemente, la artemiseña se identifica con ellos al escribir sobre su Patria chica.

“Siento orgullo de dignificar en esas páginas la historia de mi hermosa tierra y hacer un sencillo homenaje a los hombres que salieron de Pijirigua, un poblado pequeño y poco conocido, que tributó héroes al Moncada”.

Así como los libros, su periodismo siempre joven puede ser también un arma poderosa en favor de la historia.

“Los medios de comunicación tienen un rol trascendental en el conocimiento de la historia, en hacer validar las tradiciones, héroes y epopeyas. Pero no puede ser de manera formal; el mensaje ha de llegar al corazón de quienes lo lean o escuchen.

“La historia es savia que alimenta al buen patriota, y en Cuba hay ejemplos suficientes para llegar con hondura y pasión a nuestros jóvenes”.

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