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Caribe nuestro de cada día

Santiago de Cuba.— Después de siete jornadas mostrando mucho de lo autóctono y popular de los pueblos de la región del Caribe, asumida más desde lo cultural que desde lo geográfico, mañana llega a su fin la Fiesta del Fuego con la tradicional y muy esperada Quema del Diablo, ceremonia que a partir de lo mágico-religioso alude a la destrucción del mal.

 

El colorido, ritmo, ímpetu y diversidad del Caribe se asumen en Santiago de Cuba desde lo cultural más que desde lo geográfico. Foto: Naskicet Domínguez

Más de 300 participantes ex­tranjeros de 16 países, una decena de grupos portadores del acervo popular-tradicional de varias pro­vincias cubanas, intelectuales, ar­tistas y académicos, han vuelto a dar vida a un jolgorio que, de ma­nera ininterrumpida, sin importar complejidad alguna, organiza cada año la Casa del Caribe, con sede en la Ciudad Héroe.

En esta ocasión la cita se dedicó al estado de Bahía, Brasil, cuya de­legación, si bien no es la más nume­rosa (México y República Domini­cana figuraron como tales) supo ser síntesis del colorido, ritmo, ímpetu y diversidad de la cultura bahiana, con el grupo Olodum como sumun de la mezcla músico-danzaria de lo indígena y lo afrobrasileño.

Las similitudes, puntos de contacto y la relación artístico-patrimonial que comparten San Salvador de Bahía y Santiago de Cuba se reconocieron en diferen­tes ocasiones.

Destacan entre ellas, la inau­guración, la gala internacional, el coloquio El Caribe que nos une y el Desfile de la Serpiente, pasa­calles que, junto a la Quema del Diablo, se confirman como accio­nes multitudinarias en las que el pueblo santiaguero se amalgama con las delegaciones participantes que comparten música y bailes.

Teatros, galerías, museos, ci­nes, parques y otros sitios comuni­tarios se han convertido en locacio­nes para debates teóricos, lecturas de poesía, actuaciones de grupos portadores, talleres, cursos, mues­tras de audiovisuales, exposicio­nes de artes plásticas… Hacen de la ciudad una gran y diversa plaza multicultural donde el folclor cari­beño luce su esplendor.

Todo tiene trascendencia en la Fiesta del Fuego. No obstan­te, este 2024, hay hitos que me­recen ser destacados, como la exposición Notas del tiempo, del escultor Alberto Lescay, Premio Nacional de Artes Plásticas y Hé­roe del Trabajo de la República de Cuba; la entrega del Premio Internacional Casa del Caribe a José Ángel García Vázquez, lí­der fundador del grupo musical JJ Son; la presentación del libro Aproximación al universo de la palería cubana, de Abelardo Lar­duet; así como el otorgamiento de la Llave de la Ciudad de Santiago de Cuba y del Escudo de la Pro­vincia al periodista, poeta y ensa­yista Waldo Leyva.

También vale resaltar la conferencia inaugural de lo que se considera columna teórica del Festival, el coloquio El Caribe que nos une, a cargo del arqui­tecto Ms. C. Omar López, con­servador de la ciudad anfitriona de la cita, y que devino mirada al patrimonio caribeño de San Salvador de Bahía y Santiago de Cuba.

En el propio coloquio se desta­có el panel que honró la memoria del recientemente fallecido Pedro de la Hoz, periodista muy vincu­lado al Festival, y distinguido el pasado año con el Premio Inter­nacional Casa del Caribe.

Hubo novedades en esta 43 edición, la primera de ellas un maratón deportivo y la segunda, la Semana de la Moda (Cuba Fashion Week).

Sin lugar a dudas, el Festival confirma su pluralidad, la misma que distingue al Caribe, diverso, anchuroso, capaz de cobijar disími­les expresiones culturales.

Mañana será el adiós a los visitantes, quienes junto a los lu­gareños hicieron de Santiago de Cuba una plaza de unidad, re­sistencia y defensa de los valores culturales más autóctonos, esos que han sobrevivido a los inten­tos hegemónicos por acallarlos. Después de la despedida, los an­fitriones de siempre comenzarán a fraguar el Festival por venir, el de 2025, el número 44, dedicado a Curazao.

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