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Tremenda machucadera

Guapeando arribamos a la segunda mitad del año 2024, etapa signada por múltiples distorsiones que no le son ajenas al movimiento sindical cubano.

 

Los afi­liados tenemos inquietudes comunes que conforman un inventario de problemas, ana­lizados en el actual proceso orgánico al 22 Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).

Figuran en la relación de obstáculos las restricciones de combustibles, lubricantes y energía eléctrica, los altos pre­cios de los principales insumos y la baja ejecución de los presu­puestos para la adquisición de ropa, calzado y medios de pro­tección personal.

Complementan la relación las insatisfacciones con el sa­lario, el incumplimiento de la fecha del pago, el desaprove­chamiento de la remuneración por alto desempeño así como las trabas en la distribución de utilidades, cuestiones en las que no siempre el que más aporta es el que más recibe, según los de­bates en las Conferencias Muni­cipales de la CTC que también están en Modo Verano.

Otro tema neurálgico —que no ha alcanzado en los análisis el mismo calor, aunque sí está en los informes—, es la nego­ciación colectiva, porque forma parte del ejercicio de represen­tación del Sindicato.

Calificadas de tendencias negativas aparecen las respues­tas a las quejas y reclamaciones de los trabajadores, cuyos tex­tos reflejan más de lo mismo: aplicación de medidas discipli­narias excesivas sin los funda­mentos legales que las sustenten ante el Órgano de Justicia La­boral (OJL) y el Tribunal Mu­nicipal Popular, muchas veces sin la presencia de la dirección sindical.

Un caso de ese tipo trascien­de en el municipio avileño de Morón. Una agente de seguridad y protección fue severamente sancionada con la penalización del salario, la anulación del pago por resultados, el traslado hacia un centro fuera de su localidad de residencia; el OJL falló a fa­vor de la administración, el Tri­bunal dictaminó aplicarle solo una amonestación pública ante el colectivo laboral y la repara­ción de daños y perjuicios, mien­tras que la dirección administra­tiva continúa reacia ante la ley y la sancionada sigue como pelota de ping-pong, asunto para otra reflexión.

Todo lo anterior se puede resumir en una frase: tremenda machucadera. Le toca a la or­ganización sindical determinar su responsabilidad dentro de los problemas que nos agobian y actuar en consecuencia. Lo que no puede suceder es que no pase nada.

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