El fútbol, ya lo hemos dicho, está plagado de emociones, altibajos y finales inesperados, algunos tristes, otros felices, pero como las buenas series, siempre dejan a una parte del público con la amarga sensación de inconformidad.
Cuando es el final de algo, se nota. Lo rutinario se hace más difícil de conseguir. Kroos falla pases y reparte patadas como nunca. Es quizás la sensación casi olvidada de sentir algo nuevo. Tal vez es miedo. Sí, miedo a que se vaya a terminar todo, a pesar de que pensabas estar listo para ello.
En los finales, las cosas se rompen. Se rompió Pedri, tras una entrada dura de Kroos. Lo roto hay que repararlo, pero el tiempo apremia y lo mejor es reemplazarlo. He aquí el famoso giro de las historias.
Entonces aparece el bueno de Olmo, un personaje callado, de los que no saben todo el poder que tienen adentro y altera, con solo pisar la cancha, la línea temporal que estaba predestinada por Nagelsmann y De la Fuente.
España apuesta a sus extremos algo ansiosos, pero con peligro en las botas. La apuesta sale bien y llega un niño prodigio a dar su tercera asistencia adivenen a quién. Claro, a Olmo. Yamal lo deja solo y este ya metido en el área define de primera ante Neuer.
Sin embargo, quedan 40 minutos. Los españoles nunca han ganado al anfitrión de una Euro y Alemania no quiere despedir a Kroos. Tampoco a Müller. Ni a Neuer.
Poco a poco, como es típico, los visitantes empiezan a meterse atrás. Tiene que aparecer Unai Simón. También aparecen los palos. Las buenas sensaciones están por el bando germano.
Los cambios de De la Fuente no parecen mejorar al equipo. Entran Ferrán, Oyarzábal y Merino. Salen Morata, Nico y Yamal. España se ha quedado casi sin magia.
Recibe una embestida tras otra. Rodri, Cucurella y Fabián aparentan no dar más. Musiala y Wirtz se aprovechan y corretean. Alante sigue amenazando Füllkrug.
Unai Simón casi comete suicidio. La suerte es que su error acabó en los pies de Havertz. Mientras más cerca esta el final más se descontrola todo.
Olmo es el único que da miedo con el balón en España. La pelota no les dura y los finales casi siempre se alargan. Wirtz se encarga de dar un golpe muy duro al 87, para mandar todo a la prórroga contra un rival muy tocado.
La prórroga viene siendo el final dentro del final. Y todo se calma un poco. Alemania vuelve a ceder la bola. Olmo sigue llevando olor a peligro. De la Fuente decide sacar a Fabián. Dentro Joselu para traer malos recuerdos Neuer.
En el otro arco Unai pasa otro susto de muerte que lleva la firma de Wirtz. Anthony Taylor ve pegada al cuerpo la mano de Cucurella. O algo pasó antes, que la invalidó. Todo va tan rápido que no se llega a saber bien qué ocurrió. Eso sucede a veces. Se toma como normal y se continúa.
Los locales no protestaron tanto. Tal vez Taylor, uno de esos personajes irrelevantes, quiso tapar todas las licencias para pegar que repartió al inicio, con un carné especial para Kroos.
A Nacho le duele la vida. Kroos no puede casi correr. Llega el minuto 119 y parece que todo es consecuencia de aquella entrada que deja a Pedri sin Eurocopa.
La jugada empieza mal. Ferrán la pierde. Pero sus compañeros ganan el rebote, cambian el juego a la otra banda y la pelota se siente querida en los pies de Olmo.
Desde la izquierda el 10 manda un centro al área. Busca a Merino, que lleva el número de Iniesta y salta como Puyol en la semifinal del Mundial de 2010. Está jugando en la misma cancha en que su papá anotó un gol 33 años antes. Son demasiadas pistas que se revelan al final del capítulo y Neuer no tiene nada que hacer. El cabezazo es perfecto. Un movimiento de danza que es una herida mortal en la grada del Sttutgart Arena.
Merino acaba las referencias festejando como su papá. Da la vuelta al banderín de córner y, saldada la deuda, se encara a la tribuna.
Les toca sufrir un poco más. El villano de los españoles aún no está muerto. El protagonista de los alemanes está a punto de morir. Nadie queda conforme con los finales. Ni Taylor, que da tres minutos más y se extienden hasta los cinco. Hasta que expulsa a Carvajal por ir a arrancar el cuello de Musiala. Fue casi la última escena. Luego llegaron, como siempre, las emociones que no faltan: las risas y el llanto repartidas a partes iguales en uno y otro bando.
Mientras España festeja, Portugal y Francia luchan por encontrársela. Aquí también puede ser el último partido de Cristiano Ronaldo y Pepe.
Sería triste, pero la vida sigue. Los minutos pasan y Francia es tan apática como lo ha sido desde el inicio de la Eurocopa.
Los lusos lo intentan un poco más. El listón del España-Alemania fue muy alto. Se acaban los 45 minutos como si no hubiera pasado nada.
En el segundo tiempo el arco francés se tambalea. Maignan lo mantiene en pie. Y la respuesta llega al área de Diogo Costa en una acción de Kolo Muani que luce idéntica a la que atajó Dibu Martínez en la final de Qatar 2022.
Dembélé es la respuesta de Deschamps. El mosquito inquieta los oídos porugueses, pero no logra mucho más. Pepe salva. Cristiano se aísla. Se acaba todo y nada.
La prórroga promete penales. Mbappé demuestra que no es una tortuga ninja. La nariz lo obliga a salir. En la grada un francés lleva un pulóver con la imagen de Cristiano llorando.
Vaya augurio. Joao Félix entra. Falla un cabezazo solo. El tiempo pasa. Pasa. Pasa. Y se acaba. Penales. Francia puede estar en semifinales sin haber hecho un gol de jugada. Dos autogoles y un penal la han traído hasta aquí.
Dembélé, Ronaldo, Fofana, Bernardo Silva y Koundé cobran perfectos. Viene Joao Félix y vuelve a fallar. Es el final, porque los franceses siguen lanzando perfecto y Diogo Costa no se guardó una atajada para esta tanda.
Francia casi no sabe anotar un gol… en el fútbol esas cosas no importan. Mbappé festeja ante Cristiano, que logra contener las lágrimas un poco más que un desconsolado Pepe.