La agenda del martes se apretó sobremanera y ni siquiera alcanzó para la celebración del Día internacional del Periodista Deportivo este 2 de julio. Recibí muchos mensajes de felicitación y como siempre me faltaron minutos para agradecerles a todos por su afecto, cariño e impulso a seguir contando historias y emocionando sentimientos desde el periodismo deportivo.
Hoy voy a confesar que no fue pura casualidad llegar a esta temática. Soy, como casi todos los que nos dedicamos a relatar este desafío del cuerpo a las leyes físicas para el que está diseñado, un deportista frustrado.
En mi caso frustrado por llegar tardío a una práctica que debe comenzar según los estudios, a los 5 o 6 años, con las lógicas excepciones, que no fue la mía.
Padecí una enfermedad que me limitó el ejercicio físico hasta los diez años y luego, por más desesperación y voluntad que puse en el beisbol, el atletismo, el baloncesto, las pesas, el voleibol y el balonmano, no pasé de vestir una camiseta con el nombre de mi secundaria Protesta de Baraguá en un partido de baloncesto donde aun recuerdo una canasta espectacular de tres puntos, pero también una quemadura por fricción en mi muslo al rodar por un área de cemento poroso en la Avenida de Carlos III, en Centro Habana.
Luego intenté de receptor, quise ser un pasador inteligente sobre la net y hasta me puse fuertecito como Daniel Núñez, aunque sin corona ni en los juegos Caribe de la Universidad. Eso sí, ya en secundaria había fundado un periódico Deportivo de 30 ejemplares; y en la vocacional me tocó organizer todo el Sistema Deportivo de la Lenin por un par de años (1992- 1993).
Ahí están las claves del periodismo deportivo al que me dediqué desde el primer año de la carrera y que por más de 23 años me ha permitido conocer deportistas increíbles no por sus records, sino por sus valores humanos. Por eso, tarde, pero agradecido, ratifico que seré periodista deportivo siempre: por Cuba y por ustedes.