Roberto Martínez ha demostrado ser otro de los tantos técnicos tozudos que defiende su apuesta hasta el final y un poco más allá. Con Bélgica le dio cierto resultado, aunque nunca fue capaz de cubrir todas las demandas. Ahora, al frente de Portugal, la historia parece repetirse y aún no se nota el esplendor.
Enfrente, Eslovenia, con dos nombres sobresalientes: Oblak y Sesko, líderes de una banda de picapiedras que, a diferencia de los portugueses, saben bien a lo que juegan, a pesar de sus limitantes.
Y algunas veces estuvieron a punto de sacarle los colores a la defensa lusitana. Luego de sufrir varios minutos un asedio casi esteril, Eslovenia logró asentarse: defensa sólida y la tarea de ir a buscar la portería contraria como fuera y cuando se pudiera.
Portugal se dormía en su propio ataque y los eslovenos planeaban los zarpazos, que no fructificaban, pero sí dejaban la sensación de que algo podía pasar: los centrales portugueses se hallaban muchas veces solos, sorprendidos por la potencia física de esos «desconocidos».
Otra isla era Ronaldo en la punta de ataque, desesperado por acabar su sequía, desquiciado por los centímetros que le faltaban para llegarle a alguno de los tantos centros que buscaban su letal remate de cabeza, pidiendo tirar todas las faltas. Detras de la barrera está Oblak y, más lejos, en la grada, se abre una camiseta argentina que invoca otra carta legendaria: Messi.
Me pregunta un amigo si no me da lástima ver al 7 así. Quizás un poco, pero también es de admirar esa hambre que parece interminable. Es el único que se acerca, pegándole con una fuerza descomunal a un tiro libre que se va centímetros por encima del travesaño que defiende Oblak.
Los eslovenos cumplen al descanso, no van perdiendo. Los portugueses, se suman al barco de la decepción, con Francia e Inglaterra.
Cristiano se niega a viajar en esa travesía y lo vuelve a intentar de falta. No safa las manos de Oblak de milagro. Sigue la igualdad. Una va a tener Eslovenia. Y la tiene en los pies de Sesko, que deja en evidencia los 41 años de Pepe, quien se resiste a ceder y logra molestar al delantero para que eche por un costado de la puerta la ilusión de todo un país.
Cada vez es más insoportable para Cristiano. Martínez lo toca todo menos a él, que al 88 la tuvo para liquidar el encuentro y no pudo vencer al arquero. Años atrás, muy probablemente, hubiera sido gol.
Las cartas legendarias de Martínez jugarán 30 minutos más. Eslovenia sigue su plan, en ese tiempo otra oportunidad debe presentarse, más si los portugueses caen en la desesperación.
Al minuto 102 Diogo Jota se inventó una jugada que acabó en un derribo dentro del área. ¡Penal! Portugal podía irse arriba. ¡Sequía! Cristiano podía anotar por primera vez. ¡Oblak! Se conocen y el 7 le pega. ¡Un misil! Las manos se atraviesan y el balón sale rebotado. ¡Chapa!
Eslovenia sigue viva y en el rostro de Cristiano Ronaldo quieren aparcer lágrimas. Todo es tan difuso que diez minutos después Pepe le regala a Sesko la oportunidad que esperaban los eslovenos.
Le digo a mi amigo que son señales de un retiro inminente. Sesko se va solo en dirección a portería. No va siendo la noche de los legendarios. Es el momento para que surjan las nuevas leyendas y esta emerge en el área de Portugal, se abre cuan larga es y ahoga con la punta de su pie izquierdo el grito de gol de Sesko. Esta leyenda se llama Diogo Costa.
Mientras, Martínez sigue moviendo las piezas y se atreve a sacar a Pepe. Iba siendo hora, pero no cambia nada. Eslovenia cumple y a los portugueses no les queda de otra que sufrir la tanda de penales. Cristiano Ronaldo llora. Todos lo animan. Nadie deja solo al capitán, que pide el primer lanzamiento.
No se perdonaría quedarse sin patear una vez más. Oblak se tira bien, pero el cobro es mejor. La gente festeja y él asume la culpa con un gesto de perdón hacia las tribunas. De aquí en adelante no vale la pena alargar el relato: Diogo Costa detuvo ¡TRES! penales seguidos para dejarnos con la boca abierta. Portugal se las verá con Francia en cuartos de final y Cristiano llora en una victoria de lágrimas.