Divino tesoro es el trabajo. La humanidad no existiría sin esa actividad física y también intelectual que los seres humanos llevan a cabo mediante las más diversas labores con su variada gama de oficios, profesiones y especialidades en todos los sectores.
Desde los tiempos más remotos el hombre fue evolucionando a través de sucesivas etapas y con ellas encaminó su desarrollo y, al mismo tiempo, procuró su existencia.
El trabajo creador -¿quién no lo sabe?- es la fuente de los bienes materiales y servicios para satisfacer nuestras necesidades. Además, genera una obra artística o un descubrimiento científico.
La laboriosidad suele considerarse como un valor moral o una virtud. Así lo vemos en múltiples ejemplos de la vida cotidiana: en el obrero metalúrgico que transforma el acero, en la asistencia médica a un paciente, en las mujeres frente una línea de producción, en el agricultor cuando recoge su cosecha o en la persona que cumple su tarea en una oficina para atender a la población.
Satisface ver a los constructores en plena faena, a los linieros desafiando las alturas para garantizar el fluido eléctrico, al mecánico que en un taller repara un equipo o construye una pieza de repuesto, al técnico responsabilizado con observar cuidadosamente un proceso de producción continúa.
La sociedad se honra con estas y muchas otras muestras de actividades que integran el universo laboral del país. El trabajo honesto ennoblece a quien lo realiza, porque el trabajo creador es divino tesoro.