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Los palos, donde se cae el burro

Un pregón, otro, otro, muchos pregones a diario me martillan el cerebro… y la sensibilidad: “Vaya, tu papa aquí”, “tu cartón de huevos aquí”, y así sucesivamente, sin descanso durante el día.

 

Los vecinos, usted, todos, entre ellos los inspectores, escuchamos el pregón del vendedor, nos lamentamos por los altísimos y especulativos precios y cuestionamos el proceder del producto…

Yo, por mi parte, siempre pienso, además, en el inspector y en quienes no debieran permitir que una importante cantidad de productos se comercializaran. ¿Qué hacen?, pues todo me hace indicar que muchos de ellos miran hacia otro lado.

En tiempos de gravísimos vaivenes económicos, con particular incidencia en una muy peligrosa alza infl­acionaria, la labor de los inspectores estatales cobra mayor importancia, pero reitero, con la cantidad de maldades y delitos contra la población, ya sea en un agro, en una parada de ómnibus, en una cafetería y en bastantes más lugares, cabría una pregunta: ¿qué inspeccionan los llamados inspectores?

Entre las tantas cosas que en esos momentos pasan por mi mente está aquello de que inspectores y otros agentes del orden evitan meterse en el asunto de no permitir lo que a todas luces es un delito.

No pretendo descubrir el agua tibia, sé que prevalece, y con fuerza, el criterio de que hay inspectores que llegan al lugar “buscando lo suyo”, ya sea dinero o productos, y si lo obtienen en verdadero río revuelto —lo que no dudo— la vida sigue igual.

Ciertamente hay personas que lo primero que hacen es generalizar, a veces maliciosamente, cualquier cosa que vean, incluso que oigan. Ni remotamente es el caso. Sé que no son todos, mas si solo fuera uno, con ese bastaría para alarmarnos.

Pero en mi vida diaria —y en la de cientos de miles, quizás millones de personas— son muchos los ejemplos que justifican un crítico cuestionamiento a las inspecciones, por ello las autoridades encargadas deberán tener prioritariamente en su orden del día la necesidad de que los inspectores sean eso: inspectores.

En numerosos asuntos, y este es uno de ellos, no se puede dejar para mañana lo que hay que hacer hoy, mucho menos si se trata de un hecho delictivo, como califico un acto de robo o estafa evidente, especulativo o corrupto. No olvido que según el decir popular, donde se cae el burro ahí se le dan los palos.

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