Tomé prestado el título de una canción que pertenece al cantautor español Pablo López porque viene como anillo al dedo para graficar la conjunción de fenómenos que vienen galopando a pasos acelerados entre un sector juvenil (y de otras edades también) de nuestra sociedad, cual resultado de la crisis económica, cultural y educativa por la que transitamos con profundo dolor.
La expresión de infarto se manifestó hace apenas unos días en lo sucedido en la Finca de los Monos. Allí se vieron recreación mal organizada, violencia juvenil, portación de armas blancas, colonización cultural a pulso, inseguridad ciudadana, falencias de la educación, pero también gobiernos municipales poco previsores y hasta incongruencias comunicativas.
Todo lo anterior lo saben mis zapatos al recorrer desde hace 3 o 4 años nuestras calles, donde sí han aumentado los robos de celulares y algunos delitos de asalto; sí hay escuelas hoy con falta de maestros (en todos los niveles, pero más acentuado en secundaria y preuniversitario) que dejan de sembrar no solo conocimientos, sino también valores y comportamiento social.
Como si fuera poco, la música urbana ha cobrado protagonismo más allá de nuestros medios de comunicación (fiestas, discotecas, en la play list de muchos celulares) y sin ser la mera culpable, sus letras enseñan, mayoritariamente, no a pensar en el amor u otros temas sociales, sino a ripiar, gozar, ofender y entronizar una vulgaridad de la que resulta difícil salir porque el contrapeso para ello ha sido estigmatizado como “muela, música chea o pasada de moda”. Y tal dictamen viene de esa influencia venenosa que sabe que borrar cultura es borrar libertades, soberanías, identidades.
Y no puedo dejar de volver a mis zapatos que han visto crecer el aumento del consumo de drogas en ese público adolescente y joven desde el barrio. También es cierto que opciones recreativas alternativas “sin reguetón o reparto” nacen muy pocas y su promoción no tiene detrás esa maquinaria de redes sociales, youtubers o influencer con capacidad de convocatoria ni atractivos económicos exportados e importados del capital privado.
¿Quedarse en la descripción del fenómeno es suficiente? ¿Buscar un culpable resolverá algo? ¿El próximo show de una actividad como la Finca de los Monos será fatal y demorará en suceder? Estas preguntas apuntan a una sola respuesta. O todos los cubanos preocupados (padres, familia, organizaciones, artistas, instituciones, actores económicos, decisores de política, entre otros) actuamos con inteligencia, creatividad y premura para revertir los síntomas de este cáncer o al doblar la esquina caeremos enfermos de muerte. Eso también lo saben mis zapatos.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.
Excelente Joel. Recopilé varios pronunciamientos autorizados, en la misma cuerda. son réplicas de comentarios más autorizados, pero que expresan mucho mejor lo que quiero decir:
En primer lugar, sobre la reacción sumamente tardía y escueta de nuestras instituciones:
“Si el problema fuera la alharaca del enemigo, sus tergiversaciones y campañas, la solución sería fácil y ya la dio Humberto: desmentir públicamente. Pero ese no es el problema, el problema es el hecho en sí que motivó la noticia, reflejo de males incubados y de transformaciones sociales a la cara de todos”, dijo Estéves Rams
Una experimentada psicóloga añade:
“Creo que urge revisarnos, pero profundamente, remover las raíces de ésta historia hasta que podamos efectivamente actuar al respecto para que no se convierta en costumbre y luego en terror, si hay que buscar lugares, habilitar locales para que nuestros hijos que aún no alcanzan la mayoría de edad o están muy cercana a esta, pero estudian y no logran pagarse la entrada a los costosísimos bares capitalinos puedan divertirse sin quererse cortar la cabeza como animales habrá que hacerlo, pero YA”
El cantautor Israel Rojas advirtió: “Lo que pasó en la Finca de los Monos es el avance. La película se estrenará este verano, o el próximo. Todas las condiciones están creadas para situaciones así en cualquier rincón de Cuba. La grave crisis económica. El descuido en la atención de los gustos y preferencias de los grupos etarios protagonistas de estos sucesos. Adolecentes sometidos a contenidos digitales sin contrapesos éticos ni estéticos y a los que más dinero se les ha invertido para posicionar ¿cultura? portadora de antivalores. Ni hablar de la crisis del sector educativo. Todo eso y más está ahí, cuál sol que no se puede tapar con un dedo”
Claro está, coexisten otros problemas, que ya han provocado varios incidentes como este, y seguirán provocando:
“Si esos eran los `artistas´-comento a propósito Abel Sosa- no podía ser diferente el público asistente: muchachos salidos de nuestros barrios sin referente cultural, con carencias formativas y educativas, muchos de hogares rotos y disfuncionales. No puede aspirarse a una vida social tranquila y sin sobresaltos si el producto que se promueve exalta y convoca a la violencia. Otro aspecto, es que cuando el fin es el lucro, recordar aquello del genial Quevedo `poderoso caballero es don dinero´, es decir cuando el fin y el propósito es ganar por encima de todo, todo puede ocurrir.
Excelente artículo. Toda la razón en lo que plantea. Triste realidad que deberíamos revertir. Seguir esperando por mejoras económicas para actuar sería un error. Actuar ahora de manera colectiva para evitar daños mayores. Gracias por publicar escritos que alertan sobre este tema tan peligroso.
Excelente comentario. La solución nunca puede ser ocultarse como el avestruz. hay mucho en juego.