Esbelto, dinámico, conversador; de ojos apasionados cuando habla de su vida, de las aulas, de los niños y de sus decenas de medios de enseñanza creativos, Fernando parece un quijote que ha abatido cientos de molinos y continúa feliz y audaz con la educación en ristre, dispuesto a matar la ignorancia y abrirles el mundo a pequeños y mayores de su natal y amado valle de Báguanos, a 40 kilómetros de la ciudad de Holguín.
Trae esa pasión en la mirada desde sus 14 años cuando entró a cuidar a un grupo de segundo grado del seminternado Patricio Lumumba que carecía de profesor, y el 1.º de septiembre de 1970, tras talento y responsabilidad demostrados, y muy joven, ocupó una plaza fija como maestro hasta el sol de hoy, casi 53 años después, cuando ostenta orgulloso su Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, merecido este año 2024.
En aquel entonces el centro baguanense tenía una matrícula superior a los mil estudiantes, y Manuel Fernando Martínez Bruzón —en cuya familia existía una tradición pedagógica— afirma que entró allí con la energía de “quien quiere hacerlo todo en un día”. Y se enamoró, al punto de que a la vuelta de más de medio siglo puede decir que no tuvo jamás una ausencia o llegada tarde. Rehuía de los certificados médicos y padecía en silencio sus males para no perder ni una sola clase.
“Empecé a hacer grupos culturales, porque tocaba el piano, y a dejar ver que aunque era un niño en comparación con los otros maestros, era responsable”, rememora. De ese modo se afianzó el magisterio en la vida de nuestro Héroe, que siguió superándose sin descansar demostrando hasta sus actuales 69 años inclinación total hacia la investigación y el servicio público.
Primero se licenció como maestro primario, luego hizo 17 postgrados relacionados con el aprendizaje desarrollador y tres diplomados y no se conformó hasta convertirse en psicopedagogo, función a la que dedica la mayor parte de su tiempo desde 1995 hasta hoy en el mismo centro escolar.
En su hoja de servicios consta que sus aportes más relevantes en el campo de la educación están en la solución de diferentes problemas en el área cognitiva o afectiva y en la atención y orientación a educandos con necesidades educativas especiales y de trastorno por déficit de atención-hiperquinesia, para los que ha creado variados medios: libros, folletos, plegables, softwares educativos, técnicas participativas…
Se resaltan igualmente sus mensajes de bien público sobre distintos temas, incluidos el seguimiento a la COVID-19, la educación en valores, la resiliencia, la autoestima, todos avalados por investigaciones cuyos resultados han sido premiados en foros de ciencia y técnica y en eventos de Pedagogía Internacional.
Entre la escuela y la familia
Si bien haber estado frente a un aula durante sus primeros 25 años como maestro lo enorgullece; ser hoy el psicopedagogo de la propia escuela de enseñanza primaria lo mantiene en un estado de felicidad constante porque sabe todo el bien que hace.
Fernando, como gusta que lo llamen, explica que “el psicopedagogo es el mediador entre la familia y la escuela. Los niños a mí me quieren con la vida. Lo primero que hago al llegar a la escuela es recibirlos. Les doy la bienvenida y aprovecho para hacer contacto con sus padres y puntualizar diversas cuestiones. Luego del matutino tengo el deber de visitar las aulas y comprobar que se estén haciendo las conversaciones iniciales”.
Después, añade, se reúne con los educandos que tienen problemas en el aprendizaje, tanto de manera grupal como individual; aplica técnicas para explorar sus pensamientos y procesos y poder dar un diagnóstico certero de cada uno. A la vez usa dinámicas que le permiten a los niños con necesidades especiales aprender mejor, ya sea a través de títeres, juguetes o cuentos hechos por él, entre otros medios.
Asegura que “es precioso poder detectar un niño que tenga dificultades, saber dónde ubicarlo y orientar bien a la familia. Martí lo dijo: ‘En prever está todo el arte de salvar’. Por eso mantengo cada año investigaciones sobre recursos nemotécnicos para que estos niños aprendan mucho más, y que aprender les sea una fiesta y no una tortura. Cada niño aprende diferente y me gusta que se sientan motivados, porque como ya dijera otro pedagogo ‘la motivación es la varilla mágica del aprendizaje’”.
Sobre ese precepto, Fernando, quien también es Máster en Educación y Profesor Titular, realiza otras tareas. Los viernes acude a la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia, perteneciente a la Federación de Mujeres Cubanas, en su calidad de coordinador, y junto a otros profesionales evalúa casos y propone soluciones. Mientras los sábados asiste al Centro Universitario Municipal y da clases de Psicología.
En medio de todas sus funciones saca tiempo para ir hasta barrios vulnerables, visitar familias, impulsar proyectos socioculturales, acudir hasta cooperativas para hablar sobre equidad de género y planear programas especiales como Quiérete mucho, que desarrolla en la Biblioteca Pública Enrique Hart Dávalos con el objetivo de elevar la autoestima.
Esa diversidad de acciones a favor de la educación le hicieron ganar altos reconocimientos como la Condición Maestro Ejemplar y las distinciones Rafael María de Mendive, Por la Educación Cubana; y la 23 de Agosto, que recibió de manos de Vilma Espín. Asimismo fue distinguido como Personalidad de la Cultura y la Educación, Maestro destacado del siglo XX, y también los premios José de la Luz y Caballero y Raúl Ferrer, así como el Premio Cultural Comunitario, entre muchos otros.
A los 15 años no se sabe siempre lo que se quiere ser en la vida, pero desde el primer momento Fernando acertó el camino: “Desde mi función de maestro pude hacer grupos culturales, ser promotor cultural, dar conferencias, trabajar con la familia, ser psicólogo, artista y promotor de salud. He hecho todo lo que yo he querido”.
Por eso aconseja a los nuevos profesionales de la educación que “lo primero es la superación, hay que superarse, hay que leer, hay que profundizar, máxime hoy cuando la tecnología, si se emplea bien, favorece. Ser educador respetado se adquiere desde el primer momento. El que tiene sentido de pertenencia tiene que hacer lo máximo, si eres el que limpia debes ser el mejor, si soy educador dije que iba a ser bueno y hasta el final”.
De más está decir cuánto lo congratuló el instante en el que le otorgaron el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba: “Recibir este reconocimiento te dice que no ha sido en vano todo lo que has hecho. La parte espiritual del reconocimiento moral no te lo quita nadie. Vendrán otros momentos importantes pero nada como cuando me dice un estudiante ‘maestro, lo que usted sembró en mí’ o viene un abuelo y me da las gracias ‘porque enseñó a mi nieto’. Es que son distintas generaciones que he educado en un mismo pueblo y por eso creo que nadie pudo sentir en Báguanos que no lo representé en esa inolvidable ocasión”.