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Héroe de pueblo

De una juventud rebelde y comprometida sur­gió el combatiente que a fuerza de coraje desa­fió la muerte un 26 de julio. Para él la prisión y el exilio fueron un período fecundo que lo pre­paró para enrolarse en la expedición que trajo a Cuba a sus nuevos libertadores. Como a Fidel, lo guió la convicción de “si salgo llego, si llego entro, y si entro triunfo”.

 

Foto: Estudios Revolución

Venció la primera batalla: contra la adver­sidad, y a ella siguieron muchas, hasta con­quistar los grados de comandante y con tena­cidad creó en el territorio bajo su mando, el II Frente, una pequeña república dentro de otra república: un modelo de organización política y militar para el futuro revolucionario, con hos­pitales, escuelas, caminos, mientras derrotaba al enemigo.

Allí en el monte conoció el amor, a la dulce Vilma Espín, Heroína del Llano y de la Sierra. Y en el mismo año de la victoria se realizó la boda rebelde, como llamaron a aquella unión eterna, que lo convirtió con el tiempo en un ca­riñoso padre y abuelo.

Desde la etapa de la guerrilla se vinculó a los trabajadores de las zonas liberadas, les ha­bló en el Congreso Campesino en Armas, en el que señaló que frente a los intereses creados y a los enemigos del progreso de las grandes mayo­rías humildes del país, la palabra de orden era la unidad. Esa idea medular para el avance de la Revolución la reiteró ante un millón de trabaja­dores en el primer Primero de Mayo celebrado en libertad, cuyo acto en la capital le correspondió presidir en tanto Fidel cumplía compromisos in­ternacionales.

Cuando en los albores revolucionarios un periodista le preguntó si seguiría al hermano aunque este se equivocara, respondió tajante: “Yo no practico ni el caudillismo ni el herma­nismo. Seguiré a Fidel mientras actúe como hasta ahora, que por cierto lo está haciendo muy bien”.

Y desde el mismo año de 1959 el Coman­dante en Jefe consideró a Raúl el compañero que podía sustituirlo por sus convicciones re­volucionarias y su capacidad demostrada en el transcurso de la lucha. Fidel lo ratificó cuando en el 2006 delegó en él las responsabilidades al frente del Estado, del Gobierno y del Partido, las que Raúl siguió ejerciendo durante varios años con la misma dedicación y entrega con la que, como Ministro había forjado unas poderosas y aguerridas Fuerzas Armadas Revolucionarias. Demostró entonces sus dotes de estadista para conducir el país en medio de las dificultades, y enriquecer el prestigio de Cuba en el mundo, sin que tan altos cargos le impidieran vincular­se a los trabajadores y al movimiento sindical en congresos y otras actividades.

La vida es un permanente batallar, dijo, y lo ha demostrado con su ejemplar ejecutoria, que le valió el Título de Héroe de la República de Cuba, un héroe que en sus 93 junios conti­núa acompañando a su pueblo y estará dispues­to mientras viva, como declaró: “con el pie en el estribo para defender a la patria, a la Revo­lución y al socialismo”.

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