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Actriz cubana Corina Mestre vivió para el magisterio

Su grandeza como ACTRIZ, MAESTRA, MUJER Y REVOLUCIONARIA hay que plasmarla así, con mayúsculas, y entintar una por una las letras con el aporte dado a cada una de las esferas a las cuales le tocó dedicarse desde su frente en la cultura cubana.

 

De todas las tareas y batallas encomendadas, Mestre prefirió siempre la pedagogía porque, según confesó hace dos años en una entrevista con Prensa Latina, ella conocía cada paso del procedimiento dentro del magisterio, desde el diseño hasta el proceso de personalización.

En dicho encuentro con esta agencia, la actriz acotó sobre el amor requerido para «formar a los próximos hombres que salvarán la nación».

La enseñanza artística cubana teje el futuro de la espiritualidad de este país, apuntó en aquella ocasión; en esas aulas no se forman artistas para entrar al star system, sino para construir una sociedad culta, sólida y poderosa, subrayó Mestre.

Eterna amante de su Cuba, Mestre se emocionaba al mencionar a su terruño, según señalan quienes la conocieron.

También tuvo como prioridad obligar al ejercicio de pensar, confesó.

De fuerte temperamento, la destacada actriz interpretó múltiples personajes en el teatro, la televisión y, además, formó parte de la familia radial cubana.

En la pantalla chica hay que recordar las telenovelas Pasión y prejuicio, Salir de noche y Doble juego, en las cuales dejó de ser ella para quedar en el imaginario popular con aquellos personajes.

Opinaba que enseñar en Cuba fue un logro y un reto.

«Al ser una nación del Tercer Mundo debe suplir muchas de sus necesidades primordiales con creatividad», declaró.

Nacida en La Habana, estudiosa de las Matemáticas, graduada de Sociología y con formación militar, se posó en el mundo del teatro en virtud de la poesía y los versos de José Martí, el Movimiento de la Nueva Trova y de los Artistas Aficionados.

Al referirse a la actuación en la mencionada entrevista concedida en 2022 a Prensa Latina, Mestre comentó que nunca imaginó su vida en el teatro o en la televisión, pues siempre lo tomó como hobby.

Recordó a quienes fueron sus maestros: el instructor de teatro Humberto Rodríguez y a otra grande de las tablas, Raquel Revuelta.

Como brújula y referencia de esos gigantes, Mestre coqueteó con las artes escénicas para, según mencionó, «explorar lo aprendido y, más tarde, educarlo».

Primero en el rol de profesora auxiliar de Revuelta y luego tutelando a otros noveles.

«Para mí Dios es la poesía. Sin ella, el día debe tornarse oscuro y amargo. Por eso (…) yo terminaba mis clases con versos de José Martí (…). Creo que así pude escalar hondo por el respeto al país, a la profesión y la formación de valores», precisó.

Al otorgarle en 2016 el Premio Nacional a la Enseñanza Artística en Cuba por su dedicación a la formación de nuevas generaciones, el presidente del tribunal en ese momento, Elmo Hernández, sentenció que «encarna el paradigma histórico de la enseñanza de las artes en el país».

Su humildad la llevó a afirmar que era una maestra corriente. Apostó por la academia como centro neurálgico para la formación de un artista y este vocablo es, según subrayó, «el clímax en el desarrollo de un creador y el orgullo más grande de un maestro».

A Mestre se le confirió el Premio del Barrio 2021, Cumanayagua en Cienfuegos, la Guerrilla de Teatreros en Granma, la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa y un proyecto comunitario en Pinar del Río, todo lo cual testifica la práctica de llegar a lugares más difíciles donde, precisó, «el arte es mucho más útil y cumple una mayor función».

Sobre ese tipo de enseñanza itinerante también habló el Apóstol y Mestre lo demostró. El poeta acuñó que la escuela ambulante es la única capaz de remediar la inopia artística en esos lugares intrincados y abrir una campaña de ternura con los maestros misioneros.

«He ahí, pues, lo que han de llevar (…) por los campos. No sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos; sino la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres», afirmó Martí.

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