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Sobre el volcán del box, ¿peores o mejores?

Cuando restan apenas 20 juegos para cerrar la temporada regular, el pitcheo maltrecho, descontrolado y sin estándares de calidad sigue en el centro de la polémica beisbolera. Más allá de qué equipos puedan colarse en los play off, este aspecto de juego es clave para todo, incluso para el espectáculo, pues pocos lanzadores paradigmas quedan en Cuba ya.

 

Dachel Duquesne, líder en victorias de la actual temporada. Foto: Osvaldo Gutiérrez

 

Es difícil hablar hoy, como siempre tuvimos en tiempos pasados, de una carta segura de victoria o inspiración sobre el box a lo Braudilio Vinent, Norge Luis Vera o Lázaro Valle. Tampoco de un gran ponchador al estilo de Rogelio García, Jorge Luis Valdés o Pedro Luis Lazo; o un cerrador impresionante como Euclides Rojas o el propio Lazo. ¡Cuántos recuerdos, qué sana envidia para quienes lo vivimos!

El fenómeno se complejiza por variables conocidas, que van desde la emigración de buenas y regulares figuras, hasta entrenadores alejados de la visión moderna con que se prepara un lanzador, en tanto los talentos continúan surgiendo, pero ya no en la misma cantidad de antes ni con los mismos objetivos o sueños.

Sobre el volcán que siempre resulta subirse a la lomita hay detalles singulares en esta 63 edición: algunos veteranos van comandando los apartados más importantes a partir de su experiencia, maña o la falta de brazos jóvenes y fuertes; el balance de ponches-bases por bolas roza índices de paridad casi increíbles y el promedio de carreras limpias del torneo es el más alto que se recuerde para una ronda clasificatoria.

Como el buen vino están rindiendo el santiaguero Danny Betancourt (4V-1D/ 3.02 PCL y 1.27 WHIP), el granmense Leandro Martínez (5V-1D/ 3.44 PCL y 1,13 WHIP) y el camagüeyano José Ramón Rodríguez (5V-3D/ 2.57 PCL y 1.02 WHIP). ¿Quiere decir esto que no lo merecen o que su preparación fue superior a los demás? Para nada. Solo que reinar en diversos apartados a sus edades (lesiones de por medio) habla más de su consagración y ejemplo que de un real desarrollo de esta área.

No olvido tampoco al avileño Dachel Duquesne (líder en victorias con 7), al artemiseño Yunieski García (al frente de los ponches con 70) y al villaclareño Alain Sánchez, por solo mencionar un trío que supera las 10 campañas y han vestido uniformes de equipo Cuba.

Por supuesto, hay pocos, pero quedan algunos destellos de luces sobre el montículo que, sin ser tan mediáticos y todavía con mucho por aprender, van construyendo su proyección y estadísticas con un rendimiento que merece el calificativo de “esperanzas reales”. Entre ellos resaltan el avileño Ediel Ponce de La Rosa (6V- 2D/ 2.92 PCL y 1.38 WHIP) y el granmense Lismay Ferrales Fonseca (6V-1D/ 3.49 PCL y 1.27 WHIP), soberbios candidatos a novatos del año.

Asimismo, es alentador lo que vienen haciendo los villaclareños Dairon Daniel Casanova y Osdany Rodríguez, el cienfueguero Raikol Suá- rez y el pinareño Yancarlos García. La recuperación del industrialista Andy Vargas es un éxito total, mientras el artemiseño Geonel Gutiérrez siempre que mejora su control se hace imbatible.

Hasta aquí los mejores nombres sacados con pinzas de esta Serie (quizás puedan quedar otros, pero el análisis lo hicimos desde la integralidad), en la que el pitcheo muestra una indeseada nueva marca en promedio de carreras limpias (5.55) para un torneo doméstico; al tiempo que la relación de ponches (4022) y boletos (3833 sin contar las 505 intencionales) es espantosa para el primer nivel que se supone sea este torneo.

En varias ocasiones he conversado con el profesor José Manuel Cortina sobre qué debemos hacer para detener la caída libre del pitcheo cubano. Sus ideas, recogidas en libros, conferencias, trabajo en la base con varias provincias, han sido claras: “A la cima no se llega sin hacer las cosas que en cada momento hace falta. No se puede aspirar a tener mejores pítcheres si hemos perdido el camino para encontrarlos, enseñarlo correctamente y perfeccionar al final lo aprendido”.

El debate pudiera tener una cirugía más profunda. Y sería tan válida como esta. Ojalá que no se tarde la mirada sobre lo que desde que se inventó este deporte decide las victorias y es culpable de las derrotas: el pitcheo.

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