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La novia que siempre tengo

Nos enamoramos desde el primer día. Tú, desde que se te infló la barriga por deseo y decisión profunda. Yo, desde el vientre y el misterio de los ultrasonidos por saber el sexo. Tú, cuando el llanto inicial con mis ojos cerrados te hizo coronar con cinco letras (MADRE). Yo, cuando tuve por fin la posibilidad de respirar y sentir el calor de tu pecho sin todavía abrir los ojos.

 

 

Nos quisimos desde el primer día. Tú, desde que dejaste de comerte un chocolate para guardármelo sin que nadie lo tocara. Yo, desde aquella primera palabra que aprendí con dos sílabas y los labios mordidos (MA-MA). Tú, cuando forrabas los libros, preguntabas por una tarea y solo recibías una sonrisa como respuesta. Yo, cuando tuve que recitar un poema ante todos en la escuela y escogí a Martí: “Mírame madre, y por tu amor no llores…

Nos besamos desde el primer día. Tú, desde cada mañana con el desayuno listo y aunque remoloneara en la cama no se me enfriaba. Yo, desde la primera postal que compré a escondidas y salió una inspiración infantil que solo tú recuerdas hoy. Tú, cuando la adolescencia me puso raro, crecido y fuerte y no dejaste que nada robara lo más auténtico de nosotros: una mirada. Yo, cuando tropecé y tropecé con la vida y jamás faltaron tus manos para cortar el aire con un abrazo y seguir, seguir.

Nos hicimos novios desde el primer día. Tú, desde esos nervios para desbordar pasión, desde los secretos que no revelas, desde esa complicidad vientre-realidad. Yo, desde las lecturas compartidas y los versos, poemas y crónicas que aún te debo cada noche. Tú, cuando fuiste abuela y quisiste más a mis prolongaciones humanas. Yo, cuando te vi llorar conmigo porque hablé de mi abuela, una madre gigante para los dos.

A la novia que siempre tengo no la lleno más de pronombres y palabras. Tú, desde la tranquilidad del segundo domingo de mayo zarandeas el corazón del enamorado más fiel. Yo, desde estas líneas compartidas te beso como siempre, feliz de ser tu hijo y feliz de susurrarlo a tu oído. Al final, así somos los novios. Sin pacto ni gritos. La felicidad de amar queda rendida por la fuerza de los sentimientos. Y esos son eternos para ti.

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