…era también un torbellino, un torrente, un árbol de profundas raíces y sombra protectora. Son tantas las anécdotas, tantas las vivencias, tantos los momentos cruciales de la historia nacional de las que ella fue protagonista o puntal imprescindible. Y sin embargo, su modestia la alejaba de los flashes de las cámaras, de las primeras planas de los periódicos.
Hacer, mejor que decir.
El mayor monumento a su memoria es su obra inmensa. Desde el busto esculpido por Jilma Madera, que eterniza el compromiso de la patria con su Apóstol, en la cima del Turquino —adonde ella lo llevó en compañía de su padre y otros martianos—; hasta parques, escuelas, instituciones, centros recreativos que recibieron su impulso y empeño. De Celia Sánchez Manduley siempre se podrá hablar en presente.
Organizadora hábil y capaz, creo estructuras sólidas para la lucha clandestina contra la tiranía de Fulgencio Batista. Muchas veces Fidel se refirió a su aporte insustituible previo al desembarco del Granma y después, al punto que señaló: “Cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David y Norma”. Eran los pseudónimos de Frank País y de Celia en el trabajo clandestino.
Fue la primera mujer que empuñó un fusil en acciones guerrilleras, una de las creadoras del pelotón femenino Mariana Grajales. Ahora parece natural que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad en los entramados políticos y militares. Pero hace más de 60 años persistían prejuicios, incluso en las fuerzas progresistas.
Ella abrió caminos. Demostró —porque hacía falta demostrarlo— que las mujeres tenían reservas de fuerza, patriotismo y capacidad para asumir tareas que muchos creían privativas de los hombres. No se conformó con el decorativo rol al que pretendían reducirlas algunos: belleza e inspiración: flores delicadas que había que proteger.
Las batallas por la emancipación plena de la mujer en Cuba, todavía vigentes, ven a Celia Sánchez como referente indiscutible. Poética de la acción era la suya.
La historiografía revolucionaria le debe también mucho. Ella atesoró, con un celo que no todos entendían, documentos aparentemente insignificantes. Posteriormente muchos de esos “papelitos” contribuyeron a establecer fechas, esclarecer procesos, aclarar dudas sobre las acciones revolucionarias previas al triunfo.
Después, en los años de creación de varias instituciones, su conducción fue esencial. Su estrecha relación con Fidel ha trascendido como una de las más efectivas labores de colaboración en disímiles ámbitos de la construcción de una sociedad nueva.
Fue mujer de gran sensibilidad, sosegada belleza, de delicadeza de modos, de sencillez y apego a las pequeñas alegrías de la vida, Celia fue uno de los más sólidos pilares de un proceso arduo, complejo, demandante. Falleció el 11 de enero de 1980, cuando todavía tenía mucho que entregar.
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