El brazo se extiende y en la mano una pistola. La diana está a 25 metros y los ojos están concentrados solo en el pequeño punto del medio. El brazo sube de nuevo en ángulo de 90 grados con su cuerpo y es hora de disparar. Puf, puf, puf, puf, puf. Cinco tiros rápidos y Leuris Pupo sonríe. Es el campeón olímpico de Londres 2012. Es histórico.
El pistolero holguinero es de los más grandes deportistas, no solo de Cuba, sino de América y el mundo.
Antes de esa fecha Pupo ya había sido campeón Centroamericano y del Caribe, monarca continental y en Juegos Panamericanos, medallista y ganador de Copas del Mundo. También en cuanto torneo internacional lo invitaban imponía su clase sin arrogancia. Incluso sus rivales le pedían fotografiarse con él por lo increíble de sus actuaciones desde una nación sin tradición en el tiro deportivo y con innumerables carencias para su desarrollo.
A esta disciplina y a su especialidad (tiro rápido) llegó por embullo y talento; con esfuerzo y mucha dedicación, en medio de un realismo mágico para algunos, dada la falta de balas y condiciones irregulares en el campo de tiro donde ha entrenado toda su vida.
La corona en la capital inglesa no lo obnubiló. Siguió sencillo, atento, cordial, familiar y con una maestría deportiva cada vez más alta, que lo llevó a repetir dos veces más los premios regionales; en tanto para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 se coló nuevamente en finales con un quinto puesto de maravillas, pues se había agudizado la crisis de las municiones en su preparación los cuatro años previos.
Pupo entonces aterrizó en Tokio 2020 (su sexta lid de los cinco aros de manera consecutiva) convencido de que podía volver al podio. Estuvo mal el primer día de la clasificación, pero al siguiente se recuperó y ya entre los seis primeros sentó cátedra con una plata que todos veíamos como oro, pues de nuevo destrozó imposibles y creció frente a las adversidades.
A ese Pupo que el pasado 9 de abril arribó a sus 47 años y fue el primer clasificado olímpico de Cuba para París 2024, habrá que ponderarlo siempre con la misma puntería y ganas que le pone cada vez que se para en la línea de fuego. Respira fuerte, busca la concentración en sus recuerdos. Y solo así extiende su brazo con una pistola en la mano y dispara.