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Prédica martiana con los trabajadores

Martí junto a un grupo de obreros de la tabaquería de Vicente Martínez Ybor, en Cayo Hueso.

A lo largo de los años la personali­dad de José Martí ha sido descrita por algunos autores como la de un soñador o un romántico, pero his­toriadores de la capacidad y pres­tigio de José Cantón Navarro nos han permitido conocer y valorar la trayectoria del más universal de los cubanos en la lucha por la independencia de nuestra patria, tanto de España como de Estados Unidos.

Bien conocida es la carta del Apóstol a su amigo mexicano Ma­nuel Mercado, escrita ya cuando es­taba todos los días en peligro de dar su vida por la Revolución, y a la par con ese empeño también reafirma su principio rector de confiar en los trabajadores como la fuerza decisi­va para vencer al colonialismo y al imperialismo.

Del libro de Cantón Navarro ti­tulado José Martí y los trabajadores, es posible leer en su prólogo: “Nos parece oportuno precisar previa­mente que Martí tiene un concepto muy amplio de lo que constituye un trabajador y considera como tal al que labora con sus propias manos, el que vive de su esfuerzo propio: el obrero, el campesino, el escritor, el artista, el científico, etc.

“Es decir —agrega— tiene los conceptos de trabajador manual e intelectual, y la noción de que el tra­bajador vive de su empeño personal, no del trabajo de otros. Esta noción, que se expone confusa aún durante los años iniciales de su vida en Esta­dos Unidos, se define luego de 1887”, durante su exilio en México.

“Martí aboga, además, por la vinculación del trabajo físico y el intelectual en la realidad de la vida, desde el hogar y el aula”.

 

La verdad histórica

En lo que respecta a la contribución que hicieron los trabajadores, y en particular los obreros, a la causa de la emancipación nacional, Cantón Navarro afirma la importancia de ese aporte y puntualiza que se ha subvalorado esa contribución “que ha sido habitualmente mutilada, si­lenciada e, incluso, negada”.

Según el Maestro, dos condicio­nes ha de tener todo hombre para que se considere un hombre verda­dero y estos requisitos son: trabajar por sí mismo y decir sin miedo lo que piensa. “Nuestro Apóstol libró muchos combates ideológicos en defensa del trabajo y contra toda discriminación, sin importarle si realizaba una labor de carácter manual o intelectual, calificada o no calificada.

“En lo que se trabaja no impor­ta, sino que se trabaje”, resumía este pasaje de su texto histórico. Consecuente con eso, Martí consi­dera que la sociedad no debe per­mitir en su seno gente ociosa.

Durante los años setenta del si­glo XIX, cuando los apologistas del capitalismo presentaban a los Es­tados Unidos como ejemplo de re­pública libre y democrática, Martí empieza a adentrarse en esa socie­dad y comienza a conocer la amarga realidad que se esconde bajo la apa­riencia de prosperidad general.

Entre otros males menciona el desempleo, los bajos salarios, la ca­restía de la vida, los impuestos ex­cesivos, los altos alquileres, lo mise­rable de las viviendas, la utilización de rompehuelgas, las masacres de la policía y otras iniquidades que des­graciadamente han perdurado has­ta el día de hoy.

 

La Guerra Necesaria

A partir del año 1890, la actividad de Martí va concentrándose casi to­talmente en los preparativos de lo que llamó la Guerra Necesaria.

Sin embargo, Cantón Navarro afirma que “Martí no atacó nun­ca al socialismo, más bien reiteró de un modo u otro sus simpatías por él”. Y al respecto, es muy elo­cuente el pronunciamiento de duelo del Apóstol por el deceso del crea­dor del socialismo científico. “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor”.

A comienzos de los años no­venta, cuando Martí se reúne por primera vez con Carlos Ba­liño, —el primer abanderado de las ideas marxistas en las filas de nuestros revolucionarios—, lo de­fine como “un cubano que padece con alma hermosa por las penas de la humanidad y sólo podría pecar por la impaciencia de redimirlas”.

Finalmente, Cantón Navarro subraya que “una preocupación perenne de Martí, más honda qui­zás que la de conquistar la inde­pendencia de Cuba, es la de edifi­car en la patria libre una república sin miseria y sin tiranía”.

Y concluye: “Por primera vez, en fin, gracias a la justeza de la so­ciedad que edificamos, al espíritu de abnegación y sacrificio que nos anima, a las ideas de fraternidad humana que practicamos y a la in­transigencia con que defendemos nuestros principios, podemos decir que se cumple cabalmente en nues­tro país aquel decisivo mandato martiano: ‘Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la digni­dad plena del hombre’”.

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