La corrupción es sin la menor duda una amenaza que puede socavar seriamente a la Revolución. Por ello cerrar las brechas que propician su penetración en el entramado social no es una tarea solo de la policía o de los representantes de la ley, sino una responsabilidad de todos.
Se dice fácil, opinarán algunos, sin embargo no resulta tan complejo el enfrentamiento si se libra en cada lugar donde existan recursos, dígase en cada colectivo laboral, donde los principales custodios no son únicamente los integrantes de los cuerpos de seguridad y protección, sino los trabajadores en su conjunto. Y constituye una tarea estratégica para los sindicatos.
Las ilegalidades, las indisciplinas sociales y la pérdida de valores son factores que propician la corrupción.
Hay que tener muy presente lo que expresó José Martí: “La pobreza pasa: lo que no pasa es la deshonra que con pretexto de la pobreza suelen echar los hombres sobre sí”.
El pensamiento martiano es válido también para aquellos que intentan justificar sus comportamientos deshonestos y hasta penados por la ley con el argumento de que “están luchando” para “sobrevivir” en un entorno de escasez, cuando se trata realmente de obtener jugosas ganancias a costa de las carencias.
La batalla contra un flagelo que es capaz de carcomer el proyecto social que construimos debe librarse cotidianamente y en todas partes. Las administraciones, las organizaciones sindicales y los propios trabajadores cuentan con una herramienta que de utilizarse correctamente y de manera sistemática puede convertirse en un arma poderosa: el control interno.
No es un concepto teórico ni una tarea formal sino una guía para la actuación, a la que lamentablemente los directivos de los centros de producción o servicios no suelen darle la prioridad que requiere, a lo que se suma la indiferencia de los subordinados en quienes suele imperar el falso criterio de que el enfrentamiento a las ilegalidades y a las indisciplinas les toca solo a los jefes y no a ellos.
Para ganarle el combate a la corrupción, ha señalado el Primer Ministro Manuel Marrero Cruz, “es vital romper el triángulo conformado por la necesidad, la posibilidad y la codicia”. Y agregó: “Conscientes de nuestras limitaciones para satisfacer las carencias en el corto o mediano plazo nos queda entonces incrementar el control de los recursos, para evitar que las tentaciones y la codicia se consoliden”.