La noche del miércoles 10 de abril cerca de mil judíos radicados en Estados Unidos ovacionaron a Javier Milei cuando ingresó al salón principal del centro social Menachem Mendel Schneerson, en Miami. El jefe de Estado argentino llegó acompañado por su hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, para ser nombrados Embajadores de la Luz, distinción entregada por Jabad Lubavitch en “reconocimiento al compromiso que tienen con la libertad e Israel”.
El premio y la visita de Milei a Florida, donde obtuvo un 94 % de los votos durante el balotaje que lo llevó a la presidencia, hacen parte de su coqueteo con la comunidad judía, que incluye la promesa de conversión religiosa cuando deje la presidencia. No obstante, fuentes consultadas por el periódico El País refieren que la relación “no pasa de los formalismos”, pues su personalidad no le permite entender claramente “la dimensión social y la centralidad que tiene la vida comunitaria”. Así lo declaró a finales del pasado año la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia).
Agradar a quien posee capital económico y financiero es siempre una carta de triunfo. Si esa actitud se combina con alianzas políticamente poderosas en materia de relaciones exteriores, el éxito es seguro. En ese proceder clasifica, por ejemplo, la decisión de trasladar la embajada argentina en Israel hacia Jerusalén, que imita la decisión adoptada en el año 2018 por su ídolo, el exmandatario Donald Trump.
El primer viaje del presidente Milei al exterior ocurrió en febrero pasado y fue precisamente a Israel en un (otro) gesto de evidente respaldo al gobierno criminal de Benjamín Netanyahu.
Migración judía
A finales del siglo XIX y a principios del XX, Argentina abrió sus puertas a la migración con el propósito de poblar su vasto territorio. Comunidades judías de diferentes partes respondieron al llamado y se asentaron lejos de las grandes urbes para fundar, por ejemplo, más de 50 colonias agrícolas.
“Lo vivieron con gran satisfacción, e incluso dijeron que esta era la tierra prometida, porque podían vivir de su trabajo, porque por fin podían tener una propiedad, educar a sus hijos y vivir dignamente”, explicó a la prensa Anita Weinstein, directora del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino de la Amia.
El crecimiento y empuje de esa comunidad fue tal que las potencias que se repartían el mundo a inicios del siglo XX pensaron en Argentina como opción para que los judíos constituyeran allí el Estado hebreo. También evaluaron Uganda, parte de Kenia y una porción de EE. UU. Finalmente, la Declaración Balfour (1917) respaldó el anhelo sionista de establecer “un hogar nacional para el pueblo judío” en el entonces Mandato británico de Palestina, con absoluto desprecio al pueblo árabe que lo habitaba.
Hoy se estima que hay más de 250 mil fieles de la Torá en Argentina. Eso la convierte en la nación latinoamericana con más judíos en su territorio, y la séptima a nivel mundial, precedida por Palestina/Israel, EE. UU., Francia, Canadá, Reino Unido y Rusia.
Damian Setton, Doctor en Ciencias Sociales, especialista en judaísmo y colaborador del diario Página 12, asegura que el país ha vivido una profunda transformación de sus vínculos entre religión, política y sociedad. Milei podría ser una expresión de esos cambios en una república que hasta 1994 no admitía otra religión que la católica para quien ocupara la presidencia de la nación.
Ante las fuerzas del cielo
En apenas cuatro meses de gobierno, Milei ha enfrentado la mayor huelga general que ha vivido Argentina en el último lustro y ha generado desencuentros en la región, entre ellos con los mandatarios de Venezuela, México y Colombia. En el último caso las diferencias terminaron con la expulsión de diplomáticos argentinos de Bogotá.
Su relación ha sido muy cercana, en cambio, con Estados Unidos e Israel. El gesto más reciente fue viajar más de mil kilómetros, desde Buenos Aires hasta Ushuaia, para encontrarse con la jefa del Comando Sur, la general Laura Richardson, y saldar así el desplante de Gustavo Melella, gobernador de Tierra del Fuego, que se negó a recibirla.
El mandatario gusta de citar una frase del libro de Macabeos (Antiguo Testamento): “En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo”. A pesar de ello, su pragmático accionar le desmiente y revela una clara apuesta por los “bienes terrenales”.