Parado frente a la prensa que comprime las botellas de cerveza Parranda hasta dejarlas como verdaderas “galletas”, Didier González Martínez observa la máquina, sigue el proceso, y espera el terminado para sacar la paca que amontona de manera cuidadosa en el almacén del área que ocupan en el antiguo Suchel Debon, hasta que llegue el momento en que se traslade para su exportación.
Su labor en la mipyme Reciclaje Sostenible está muy alejada de su trabajo intelectual. Licenciado en Ciencias Humanísticas en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, en el 2008; Máster en Relaciones Internacionales, Profesor Asistente en la Facultad de Tecnología de la Salud (FATESA), afirma sin menoscabo: “Hay que aplicar la dialéctica de la vida: esto que hago ahora es un trabajo manual, y me siento bien”.
Fue en enero de 2019, que decidió dar un giro diferente a su existencia. “El tornado que afectó a La Habana el día 27, causó estragos en la casa de mi mamá, Maricela. Ella vive en el municipio de Diez de Octubre, cerca del hospital Hijas de Galicia. Se rompieron los cristales de las ventanas, varias paredes se agrietaron y los tanques del agua desaparecieron”.
El joven necesitaba con urgencia apoyar a su madre, pero no tenía los recursos necesarios. No sin pesar, solicitó la baja de la universidad. “Me pidieron culminar el semestre académico y así lo hice. Y empecé a buscar trabajo. Logré una plaza como especialista principal en la entonces Unidad Empresarial de Base (UEB) de Chocolatería y Derivados de la Harina Guamá. A los seis meses, por mi desempeño y conocimientos, fui promovido a director de Logística de dicha entidad.
“Ganaba más salario y también utilidades; pero fue un cambio brusco porque no conocía nada de ese mundo. A fin de superarme, matriculé cursos de gerencia empresarial, logística de almacenes, marketing, entre otros. En poco tiempo, cambió la calidad de vida de la familia. Tuve también la oportunidad de encaminar la casa de mi mamá.
“Posteriormente, me trasladé como energético a la empresa de Diseño de La Habana. Pero mi madre empezó a presentar problemas de salud: desgaste de los meniscos de las rodillas con dificultad para caminar. Solicité la liberación del puesto para dedicarme a ella, era mi responsabilidad”, acota.
“Mi esposa, Arlene Díaz, lo entendió. Yo acompañaba a mi madre a todas las consultas, y a la fisioterapia. No obstante, también yo necesitaba trabajar, y fui contratado en la Facultad Obrero Campesina para dar clases de noche.
“En ese tiempo, también hice labores de albañilería y hasta limpié jardines”, asevera.
Dice que los valores que emanan de sus acciones, se los inculcó su mamá, una licenciada en Farmacéutica, que se entregó con mucho amor a la familia. “Eso es lo que trato de llevar a mi hijo de 13 años, con quien hablo mucho sobre los temas de actualidad, es un niño que le gusta estudiar”.
Sin temor al trabajo
La vida ha demostrado a Didier que lo importante es ganarse la vida de manera honrada. En noviembre de 2023 se presentó la oportunidad de laborar en la mipyme Reciclaje Sostenible, la cual recopila y procesa las botellas plásticas de la cerveza Parranda. “Opté por la plaza y fui aceptado”. Junto a su pequeño colectivo se siente complacido. Afirma que cuando llegó ahí tenía una cultura elemental acerca del reciclaje y ahora, motivado por el tema, ha buscado información.
Subraya que en los últimos años hay un segmento poblacional que ha visto la oportunidad de tener ingresos a través de esta actividad que es muy noble. “En nuestra mipyme, que preside Hilia Tamayo Batista, también se reciclan envases plásticos, objetos de aluminio, papel desechable, botellas de cristal…”.
Considera que, en la buena gestión del reciclaje, el país tiene una fuente de ingresos, además de potenciar el cuidado del medio ambiente. Pero, en la actualidad, se desperdician muchos productos.
En su opinión, debe existir una mayor divulgación a través de los medios de comunicación sobre este tema.
Y aunque el trabajo que realiza es algo monótono, su salario lo compensa. “Además, vivo cerca; por lo general, llego temprano a casa y puedo ir a visitar a mi madre todos los días. Tengo que garantizarle sus medicamentos y la alimentación; converso mucho con ella, porque las personas piensan que, si se jubilan por problemas de enfermedad, la vida se acaba. Y realmente no es así; una buena novela, película o libro, pueden enriquecerla espiritualmente”.
Si bien ha apostado por ser un simple obrero, en su alma palpita el intelectual que se forjó en las aulas. Y aunque las salidas son esporádicas, le gusta ir al teatro junto a su esposa, en particular al Bertolt Brecht; pasear por el malecón o ir un día a Coppelia.
“Disfruto leer, sobre todo, aquellos textos que aborden historias de vida, asuntos de economía, filosofía, y los del género policiaco”, expresa y asegura que sus preferidos son La Metamorfosis de Franz Kafka y En el cielo con diamantes, del escritor cubano Senel Paz.
“También me mantengo vinculado al Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y cuando hay un lanzamiento de algún libro que me interese en La Habana Vieja, en la calle de Madera, o en la Biblioteca Rubén Martínez Villena, trato de asistir”, manifiesta.
Didier no ha dejado de estar vinculado con el área académica. “En cualquiera de los dos semestres doy cursos de posgrados en la Universidad”.
Señala que es coautor del libro de Pensamiento Bolivariano, publicado por la Editorial Félix Varela, en el 2003. Le pregunto si no ha vuelto a escribir, y dice que tiene algunas ideas para un ensayo. “Pero, aún no lo he hecho, espero que la musa regrese”.
En los planes de Didier no está emigrar. “Soy un hombre martiano, y quiero vivir en mi patria. Hay que mejorar muchas cosas, pero para transformar la realidad económica del país, debemos hacerlo desde dentro, con nuestro trabajo. Si todos ponemos de nuestra parte, se puede lograr. Sino hay producción, no puede haber desarrollo económico”.