Por Nubia Piqueras Grosso
La acción de fuerza de presuntos normalistas que el pasado 6 de marzo intentaron ingresar al Palacio Nacional y llegar al Salón de Tesorería, donde el presidente de México ofrecía una de sus habituales conferencias de prensa matutinas, tiene mucho trasfondo.
Dirigentes del gubernamental partido Morena asocian el hecho a la política de descrédito de los adversarios de la Cuarta Transformación y de su líder Andrés Manuel López Obrador (Amlo), a quien comenzaron a llamar narco-presidente como si se tratara de Felipe Calderón, quien sí lo era según se ha confirmado en el juicio a su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, que tiene lugar en Estados Unidos.
Es muy sintomático que, en la medida en que la candidata presidencial por la alianza derechista Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, no logra su propósito de subir en las encuestas, se recrudezca la campaña contra su adversaria Claudia Sheinbaum y López Obrador.
El trasfondo, según varias fuentes, es claro, aunque complicado y nos remite más allá de los límites de México para llegar a la otra orilla del Río Bravo, donde también se vive un proceso electoral.
Para la derecha mexicana es un hecho que Donald Trump será el candidato republicano y, más aún, que derrotará a Joe Biden y volverá a habitar la Casa Blanca. Desde esa posición aplicará, según ha repetido, una política bilateral mucho más agresiva, en particular sobre migración, tráfico de drogas y el Tratado de Libre Comercio que comparte con México y Canadá.
Con vistas a hacer realidad su promesa de convertir a América del Norte en la máxima potencia del mundo, a Trump le conviene más una presidenta como Xóchitl Gálvez, quien ya proclamó una relación estratégica nueva con Estados Unidos. Sheinbaum, en cambio, es vista como continuadora de la política de López Obrador, lo cual podría ser una impedimenta para los objetivos hegemonistas del supuesto candidato republicano.
La lógica aplicada es que todo aquello que perjudique a Amlo y a su Cuarta Transformación debilitará a Sheinbaum y abonará en favor de Gálvez, aunque sea por decantación. No es extraño que, para intentar mejorar la imagen de esta última, el conservadurismo mexicano haya tomado como leitmotiv de su campaña de descrédito dos asuntos altamente sensibles para la ciudadanía: la violencia criminal y el crimen de Ayotzinapa.
Ambos temas tienen tanta importancia para la sociedad mexicana que la oposición se da el lujo de elevarlos a los primeros planos en la campaña contra Amlo y Claudia, aun cuando se conoce que son herencias de los gobiernos de Acción Nacional y Revolucionario Institucional, y que la mayor ansia de la familia mexicana es eliminar el crimen organizado para que se acaben masacres como la de Ayotzinapa.
La campaña mediática explota esas aristas y le achacan a la Cuarta Transformación la proliferación de cárteles y familias mafiosas, así como la participación de estas en la vida social y política de la nación, en particular en las elecciones. Le culpa también del incremento de homicidios a candidatos y periodistas, del aumento del tráfico de armas y drogas. Presentan el asunto como si el actual Gobierno fuera causante de esos males y no los combatiera. Confirman que lo mismo pasará con Claudia si sale vencedora.
La campaña proselitista de Gálvez cambió radicalmente para presentarse como solución a la violencia y otros males sembrados (y potenciados) en épocas en las que gobernaban sus mentores. Además, aseguró el relanzamiento de una nueva unidad estratégica con políticos y empresarios estadounidenses, con quienes se mantiene en contacto.
El presidente López Obrador fue muy claro al señalar que el asalto y la puerta rota en el Palacio no están relacionados con Ayotzinapa, sino que es una provocación para que su Gobierno pierda los estribos y reprima a la gente con un tipo de violencia que sepultaría los beneficios logrados con la Cuarta Transformación.
La acción no es el derribo de una puerta en el Palacio de Gobierno, sino una operación de trasfondo político en un clima de campaña electoral que apenas ha comenzado. Tal como advirtió José Martí en su artículo sobre la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, en mayo de 1891: “A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve”.