Hace unos días en todo el país y a diferentes niveles de dirección, se firmó el Código de Ética de los cuadros de la Revolución cubana en actos solemnes, a la altura de estos paradigmas de la Patria.
Verlos rubricar su compromiso de servidores públicos nos traslada a las comisiones de trabajo de los diferentes congresos del Partido, donde se reitera la necesidad de formar cuadros competentes, con madurez y capacidad para preservar las conquistas de más de seis décadas.
También nos llena de orgullo al saber su “madera” para realizar transformaciones económicas que garanticen el camino socialista, en condiciones de mayor descentralización y de diversos escenarios económicos y políticos, donde se demanda de más entrega y sensibilidad ante los problemas colectivos.
Justo por eso, este 24 de febrero, la actividad de los cuadros de dirección, se alzó al visibilizar a esos hombres y mujeres con altos valores morales, profunda pasión revolucionaria y un claro sentido del deber, que condicionan su diario comportamiento.
Ese día se patentizó la necesidad de preservar la ética como un elemento esencial de la política en Cuba, como conquista de la Revolución y guía del proceso revolucionario e hilo conductor de la gestión de gobierno.
Me viene a la memoria el precepto martiano “La Patria es ara y no pedestal” lo cual habla de usar la autoridad y el poder que el pueblo y la Revolución otorgan y por los que deben responder cada día, como un honor y compromiso para contribuir a la obra colectiva, traducido en desarrollar una sociedad en condiciones complejas y adversas, pero sobre sólidas bases.
En correspondencia con ello, nuestros cuadros sabrán hacer suyos los siguientes preceptos: Ser sincero, no ocultar ni tergiversar jamás la verdad. Luchar contra la mentira, el engaño, la demagogia y el fraude. Ser veraz en los informes que rinda acerca del trabajo, buscar la fuerza en la razón, la sinceridad, la verdad y la conciencia.
Además de cultivar la vergüenza, el honor y la dignidad; rechazar cualquier ofrecimiento que atente contra esa dignidad, pese a las carencias, limitaciones o aspiraciones, siempre bajo la máxima martiana de que “la pobreza pasa, lo que no pasa es la deshonra, que con pretexto de la pobreza suelen echar los hombres sobre sí”.
Les corresponde también fomentar y cumplir la disciplina, el respeto y la lealtad conscientes al Partido, a la Constitución y demás leyes; educarse a sí mismo y formar a los subordinados en la exigencia del orden y del acatamiento riguroso de las normas y regulaciones establecidas.
No faltará el ejemplo personal, con una actitud exigente hacia sí mismo y hacia los subordinados, así como con el respeto y tacto que deben regir las relaciones en el colectivo. A ello se le suma cumplir con la palabra empeñada, combatir la apatía, la indolencia, el pesimismo, el hipercriticismo y el derrotismo.
Cada cuadro debe mantener una vigilancia permanente contra lo actitudes lesivas a los intereses del Estado y la sociedad; mostrarse solícito ante los problemas de sus compañeros.
En la medida en que asuman la autoridad otorgada como un honor y un compromiso, nunca como una ventaja personal, serán mejores personas con una alta disciplina ideológica y administrativa, con capacidad de análisis propio, lo que les permite tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina.
Esta firma del Código de Ética de nuestros cuadros fue un escenario simbólico para esos creadores de alta estatura, nivel político y razonamiento dialéctico, cualidades propias para impulsar su sector de producción por el bien de la sociedad al sentir orgullo por la Patria.