Con una suma de hojas, chicas y grandes, oscuras y claras, de Vuelta Abajo o de Vuelta Arriba, pero siempre las mejores para lograr la liga perfecta se hacen los habanos.
Obra de arte salida de la imaginación de sus cultores y de manos delicadas y diestras para no dañar los contornos de las hojas sutiles.
La confección a mano de los mejores puros del mundo es una tarea de personas diestras, de esas que llevan en el alma cierto apego al olor del tabaco, a su resina y hasta del polvo que desprenden las hojas.
Y precisamente, esas faenas fueron admiradas este jueves en varias fábricas de habanos de la capital de Cuba: La Habana, y en poco menor cuantía, ayer durante la visita a las plantaciones, las casas de curación, las escogidas y alguna que otra fábrica.
Siempre es curioso observar los rostros de decenas de extranjeros, muchos apasionados fumadores que llegan cada año a Cuba para asistir al Festival del Habano.
Este año, en su vigésima cuarta edición, Trabajadores los esperó en la fábrica H. Upmann, una antigua edificación que tiene impregnado el olor del tabaco y del sudor de sus trabajadores, el sonido de las chavetas, el silencio, o la voz cadenciosa de algún lector, que frente a un micrófono lee noticias, cuentos, historias y hasta novelas, otro arte que florece allí también.
Muchos de los invitados se ciñeron un delantal y se sentaron a la mesa de torcido, otros lo hicieron sin esa protección y algunos hasta quedaron de observadores. Muchas fueron las señales: emoción, asombro, admiración, satisfacción al ver el humo blanco y el quemado parejo del puro.
Fue una jornada para intimar con el tabaco, que hoja a hoja se fue formando en diversos formatos, pero siempre para agradar el paladar de un fumador.
El XXIV Festival del Habano concluye mañana, con la tradicional Cena de Gala en la cual se subastan humidores de varias marcas. Una noche perfecta para el maridaje del tabaco con productos típicos cubanos, al alcance de fumadores muy sofisticados.