Las credenciales del maestro José Loyola como compositor y flautista están fuera de discusión durante décadas ha sido uno de los animadores de la escena musical cubana, en varias de sus aristas. De la música de concierto a la música popular, asumiendo ese arte en su maravillosa integralidad. Música de cámara, coral, ópera… y una pasión por la charanga, un formato en el que se siente como pez en su agua.
No hay género musical menor, hay concreciones buenas y no tan buenas. Ese ha sido su credo, que honrado también la extraordinaria tradición nacional. Es que a José Loyola el amor a la música le viene de cuna,
Pero el Premio Nacional de Enseñanza Artística que le ha sido otorgado reconoce otra de sus pasiones: el magisterio, al que se ha consagrado por varias décadas. En varios conservatorios y en la Universidad de las Artes ha impartido clases y conferencias, gracias en buena medida a una completa formación académica, que complementan su talento natural.
En el ISA, desde la fundación de esa casa de altos estudios, ha sido profesor de composición, orquestación, armonía, contrapunto, historia de la música y acústica musical. Una verdadera cátedra, como sostienen muchos de sus alumnos. Profesor consultante de esa institución, ha sido miembro de numerosos tribunales de grado científico.
El doctor Loyola es un creador incansable. El Premio Nacional de Enseñanza Artística, merecidísimo, es en todo caso una confirmación de su entrega cotidiana. El maestro Loyola vive para la música, y ese es el espíritu que le ha inculcado a generaciones completas de alumnos.