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Che: Con estrellas de la guerra y del trabajo

El hecho fue narrado por Luis Buch Rodríguez, quien fuera secretario del Consejo de Ministros en aquel año de 1959. Era el 7 de febrero cuando fue aprobada la Ley Fundamental, basada esencialmente en la Constitución de 1940.

 

Tripuló durante una quincena una combinada cañera para
demostrar con su ejemplo personal la necesidad e importancia
de introducir la mecanización en la zafra. Foto: Archivo de
Trabajadores

 

El artículo 12 de la Ley referido a la ciudadanía quedó redactado de la forma siguiente: “Serán también cubanos por nacimiento los extranjeros que hubieran servido a la lucha contra la tiranía derrocada el 31 de diciembre de 1958 en las filas del Ejército Rebelde durante dos años o más y hubieran ostentado el grado de Comandante durante un año por lo menos, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la ley disponga”. El texto retrataba a Ernesto Che Guevara.

Aprobado el artículo, Buch abandonó el salón de sesiones para dar instrucciones de localizar al Che y citarlo con urgencia a Palacio. Cuando este se presentó le informó el motivo de la citación: el Consejo de Ministros había acordado concederle la condición de cubano por nacimiento por los méritos excepcionales demostrados durante la Guerra de Liberación.

El Che, sin inmutarse, estimó inmerecido el acuerdo y expresó que solo había luchado en Cuba como lo hubiera hecho en cualquier otra parte del mundo por la libertad de un pueblo.

Buch supuso que por modestia no podía aceptar ese mérito y le dijo que un honor de tal magnitud no podía rehusarse pues sería un desaire al pueblo de Cuba y al Gobierno Revolucionario. Entonces el Che, emocionado, lo abrazó.

Acto seguido ambos pasaron al salón donde el Consejo todavía estaba reunido. Los ministros y el propio presidente lo felicitaron. Uno de los presentes le pidió que pronunciara algunas palabras, pero no accedió, así era de modesto y sencillo el Guerrillero Heroico.


Cubano, ministro, trabajador

Ese reconocimiento a solo un mes del triunfo fue enriquecido por el propio Che durante los años en que participó en Cuba en la construcción de la sociedad nueva. Fue capaz de convertir en realidad ese hermoso pensamiento del Apóstol cuando expresó “el que llevó las estrellas de la guerra no es general de veras hasta que con sus propias manos no se ponga en el hombro las estrellas del trabajo”.

Trabajador infatigable, en los años que estuvo al servicio de nuestra patria no conoció un solo día de descanso, así sintetizó Fidel su actitud. Porque aquel argentino que se ganó el derecho de ser cubano siempre estuvo dispuesto a asumir con la mayor entrega cualquier misión que le asignara la Revolución, como la presidencia del Banco Nacional, la conducción del Ministerio de Industrias, y su labor para estrechar las relaciones internacionales de su segunda patria.

Además mantuvo un vínculo estrecho y permanente con los trabajadores y compartió con ellos en disímiles sectores a través de las convocatorias del Batallón Rojo de Trabajo Voluntario que él encabezó.

Vale recordar lo ocurrido el 14 de marzo de 1964 cuando se efectuó la entrega de estímulos morales en el Ministerio de Industrias a quienes por su entusiasmo y dedicación al trabajo eran ejemplos para toda la sociedad. En esa ocasión al Che lo sorprendieron con un anuncio inesperado: Pedro Pérez Vega, Héroe Nacional del Trabajo, le hizo entrega de un diploma como trabajador vanguardia.

Durante la tercera zafra del pueblo en 1963, en los centrales de la actual provincia de Ciego de Ávila, muchos lo vieron sucio, bañado en sudor, acosado por el asma en medio del polvillo de la caña contra la cual batallaba a bordo de una combinada cañera. La tripuló durante una quincena para demostrar con su ejemplo personal la necesidad e importancia de introducir la mecanización en la zafra, labor a la que dedicó 10, 12 y hasta 14 horas por días.

Esa última constituyó la jornada más larga de trabajo voluntario realizada por el Che en nuestra patria. Concluida la quincena acumuló 137 mil 740 arrobas de caña cortadas con un promedio diario de 11 mil 478 y con el 286,9 % de cumplimiento de la norma de 4 mil arrobas diarias.

Cuentan que en ocasiones se le detenía la má- quina por alguna rotura, y ante esta dificultad le comentaba al normador que le acompañaba para controlar el tiempo que demoraba en cada jornada. “Hoy ni el desayuno nos ganamos”. Y redoblaba el esfuerzo.

Como un comprometido hijo de esta tierra se comportó el Che durante esos años y a las estrellas que se ganó en la guerra, como señaló el Maestro, le sumó otras mucho más perdurables: las del trabajo.

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