Cada persona es un mundo. Cada familia tiene sus propias características. Cada sociedad acumula rasgos distintivos. Y cada país es la sumatoria de personas, familia y sociedad. No pensar desde lo individual es imposible, pero olvidar el pensamiento nacional o colectivo es tan o más peligroso que una bomba de tiempo sobre nuestras manos. ¿Somos conscientes de eso hoy?
No descubrimos la quinta esencia si decimos, con preocupación y hasta cierta nostalgia, que la carestía de la vida en Cuba, las medidas económicas que aprietan bolsillo y almas, la porfiada y real emigración de nuestros hijos o hermanos, y hasta el propio sentido de supervivencia y resistencia que se impone en muchos hogares para comer, atender una enfermedad o comprar un par de zapatos ha acentuado el sentido de pensar en mí, “en los míos”, dirían muchos, y “los otros que resuelvan como puedan”.
Desde el 1.º de enero de 1959 la Revolución sembró y cumplió la idea de disminuir brechas de desigualdades sociales a partir de las oportunidades educacionales y culturales. Diría un poeta: “Cuando éramos más iguales, éramos más felices”. Pero la realidad del 2024 nos rasga la piel, por más conceptos de vulnerabilidad y subvención a personas que intenta explicar y atender el Gobierno.
Han aparecido fenómenos que muchos nunca vimos, como vagabundos durmiendo en las calles, niños pidiendo dinero (a veces mandado por sus padres), y lo peor, un individualismo y egoísmo que olvida aquel poquito de sal que dábamos al vecino cuando se quedó corto en el mes; o ese vaso de agua que nos pedía alguien sediento cuando trabajaba en labores cerca de nuestra casa. Quedan las lógicas excepciones de algo que era habitual en nuestro país y nos hacía mejores personas, más familiares y una sociedad envidiable.
No será con campañas, exhortaciones y menos con discursos, que podremos devolver ese pensar más en nosotros (no en plural de modestia, sino en plural de verdad) y menos en lo personal. Solo una sacudida colectiva de valores, la recuperación económica real y no en proyectos, la efectiva gestión de jefes, cuadros y funcionarios, y un estremecimiento de amor verdadero por el problema del otro puede comenzar a revertir lo que describimos.
Una vez más recuerdo a mis abuelos: “Hay que dar no para recibir nada a cambio, sino porque el corazón se alimenta también de eso”. Y tenían razón. Cuba necesita alimentar su corazón
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.
Felicidades al autor magníficas reflexiones muy sabias sus palabras y como dice la canción de Silvio sólo el amor engendra la maravilla.Que se hagan eco los medios de fomentar los valores humanos como la bondad, la honestidad , la amistad , la lealtad, la tolerancia, la solidaridad y seremos mejores personas y un mejor pais.
Excelente comentario!!!, Acertado, estoy de acuerdo totalmente contigo.
Gracias Joel, leer algo así ayuda el alma.
Estelar el comentario. Muy bueno.le felicito