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La voz, el puño y la pólvora de Lenin

Se acababa de conocer en Cuba la muerte de Lenin, el 21 de enero de 1924. Relató Sarah Pascual, compañera de luchas de Mella, que ambos se encontraron en la universidad y cuando conversaban sobre el hecho, se les acercó un estudiante que en tono irónico y señalando a la chaqueta del joven presidente de la FEU le dijo:

“Ahí falta algo. Milagro no llevas luto porque murió Lenin”

 

 

Mella que estaba consternado por la desaparición física  del artífice de la Revolución de Octubre, le respondió:

“Tú ríes porque todavía no sabes quién es el que ha muerto. Pero el mundo  marcha y tal vez algún día llegues a saber cuán grande ha sido la pérdida que ha sufrido la humanidad.”

A la misma hora en que en la Unión Soviética se le daba sepultura al hombre que había fundado el `primer Estado de obreros y campesinos del mundo,  a más de 9 mil 500 kilómetros de distancia, en Regla, un municipio ultramarino de la capital de la Mayor de las Antillas, a instancias de su alcalde Antonio Bosh, los trabajadores y el pueblo acudieron a la loma del Fortín para sembrar un olivo en  homenaje a Lenin. La colina fue rebautizada con su nombre y se convirtió desde entonces en escenario de combativas acciones de los revolucionarios cubanos.

Desde mucho antes, sus ideas y el aliento que significó la victoria del socialismo en Rusia, contribuyeron al ascenso de la conciencia de clase y la radicalización de las luchas que se libraban contra la opresión neocolonial en esta tierra.

Propiciaron la fundación en los años 20 del siglo pasado de las agrupaciones comunistas de La Habana, Guanabacoa y Manzanillo, que confluyeron más tarde en el Primer Partido Comunista de Cuba; marcaron las proyecciones progresistas de la Federación de Estudiantes Universitarios, y de uno de los frutos más preciados de su congreso fundacional: la Universidad Popular José Martí;  contribuyeron a la unidad de los desposeídos en la Confederación Obrera de Cuba (CNOC),  y favoreció la fundación de otras organizaciones  cuyo quehacer rebasaron las fronteras nacionales como  la Liga Antimperialista y continuaron influyendo en los líderes más destacados  de la batalla por la liberación nacional.

Así ocurrió con Antonio Guiteras, no solo por las medidas radicales que aplicó como ministro del llamado Gobierno de los Cien Días,  de justicia social, soberanía nacional, y de enfrentamiento al imperialismo y sus servidores nativos,  sino posteriormente cuando creó  la Joven Cuba, cuyo propósito fundamental era tomar el poder mediante la insurrección armada, liberar a Cuba e implantar el socialismo.

En los meses que precedieron al 26 de Julio de 1953 , reconoció Fidel “ la mayor parte del pequeño grupo de compañeros que estábamos dedicados a aquellas tareas andábamos siempre con los libros de Marx y de Lenin.” Y  aunque no podían decirse que el Movimiento era comunista sí un grupo de sus organizadores estaba impregnado del pensamiento marxista-leninista.  Algunas obras de Lenin, dijo,  “fueron para algunos de nosotros guía, doctrina, medio de comprensión, sin los cuales habríamos estado desprovistos de verdades absolutamente esenciales en un proceso revolucionario”.

Y al igual que hizo Mella en su tiempo, le correspondió al Jefe de la Revolución que se preparaba dar viril y enérgica respuesta a un fiscal del juicio del Moncada, quien le preguntó de forma capciosa y a modo de acusación si eran suyos los libros de Lenin que se habían ocupado:

Con gran indignación, Fidel le contestó: “Sí, nosotros leemos a Lenin, y quien no lea a Lenin es un ignorante”

 Como expresó la destacada estudiosa de la obra del líder soviético recientemente fallecida, la doctora Thalia Fung, “En Cuba confraternizaron la Revolución de Octubre y la Revolución Cubana: Lenin y Fidel Castro. No se conocieron; pero ambos se plantearon idénticos objetivos: luchar por una revolución verdadera.”

Hombre de pensamiento y de acción, el legado de Lenin se convirtió en un tesoro para la humanidad. Los que hoy intentan desconocerlo o desvirtuarlo lo hacen con la intención de alejar a los oprimidos del mundo del ideal socialista, que  aplicado de forma creadora y de acuerdo a las condiciones de cada país, como él lo supo hacer, es la única opción para librarse de la explotación y construir un futuro mejor.

Vale citar un poema del intelectual salvadoreño  comunista Roque Dalton,  titulado A Lenin, que expresa:  “Para los campesinos de mi patria/ quiero la voz de Lenin./ Para los proletarios de mi patria/ quiero la luz de Lenin./Para los perseguidos de mi patria/quiero la paz de Lenin./ Para la juventud de mi patria/ quiero la esperanza de Lenin/ Para los asesinos de mi patria,/ para los carceleros de mi patria,/quiero el odio de Lenin,/quiero el puño de Lenin,/quiero la pólvora de Lenin.

Esa voz, esa esperanza, ese puño, esa pólvora siguen vivos.

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