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Retratos: El liniero que habita en Sierrita

Mencionar el nombre de Julio Jesús Sierra Núñez, o, mejor dicho, Sierrita, en la Empresa Eléctrica de La Habana (EELH), es nombrar a una enciclopedia. Casi toda su vida laboral ha estado vinculada a esta entidad. A sus 83 años de edad, el veterano liniero sigue en la batalla, aunque ahora, desde su condición de Maestro.

 

Julio Jesús Sierra Núñez (Sierrita) es instructor en la Escuela de Capacitación de Linieros Juan Ronda Lezcano, en La Habana. (cortesía de Sierrita)

 

Según nos contó, nació en Artemisa, el 24 de diciembre de 1940, en una numerosa familia, y ya, con 13 años, venía con su difunto padre, Julio, a trabajar para La Habana.

“Papá había perdido su puesto como tramitador en una notaría (sacaba antecedentes penales u otros documentos). Entonces, los fines de semana íbamos muy temprano a la Plaza de Cuatro Caminos para comprar productos y venderlos por el Vedado. Para evitar los viajes, nos quedábamos los viernes y sábado en el garaje de una amistad”, recuerda y añade que con 16 años logró, a través de un tío, un trabajo fijo en una gasolinera, de la Texaco, ubicada en la Avenida 26, en Nuevo Vedado.

“Yo cursaba el octavo grado en una escuela de Artemisa, y lo tuve que abandonar. No obstante, quería seguir superándome y me incorporé a estudiar Comercio, durante la noche, en una escuela que estaba en 23 y C, pero no pude concluir porque el horario empezó a interferir con mi labor”, alega.

Por esa época, fue que conoció a Susana León Segura, quien se convertiría en su novia y la compañera para toda la vida. Del matrimonio nacerían tres hijos: Julio, Zulema y Alexis. Con el tiempo, los tres, aunque en diferentes departamentos lo acompañarían en la EELH. Aún Zulema, ingeniera en Sistemas Automatizados de Dirección, permanece en el área económica de la referida entidad.

Para toda la vida

Julio fue de los tantos cubanos que dio gritos de ¡Viva la Revolución!, al paso de la Caravana de la Libertad el ocho de enero de 1959, por las calles habaneras. Y nuevas oportunidades se abrieron para él.

“Estuve en la gasolinera hasta el 12 de enero de 1960. Ese día, mi padre me dijo que me debía presentar en la todavía, Compañía Cubana de Electricidad”, acota.

Sierrita no imaginó que ese paso sería trascendental para su existencia. “Empecé de forma temporal en una plaza de pañolero, les entregaba las herramientas a las brigadas de linieros y lo anotaba en el libro de salida, no era nada complejo.

“Pero al año y pico, la persona que tenía esa plaza se reincorporó y ocupé una de mozo de limpieza. Ahí estuve como seis meses, hasta que fui para la central termoeléctrica de Tallapiedra, en funciones de martillero. A la verdad, no le tenía miedo al trabajo, además, ya tenía una familia a la cual mantener.

“Estando en la empresa eléctrica, integré las Milicias Nacionales Revolucionarias e hicimos prácticas en la Sierra de los Órganos. Así fue que, en 1962, durante la Crisis de Octubre, y fui movilizado durante un mes”.

Liniero, una oportunidad

La oportunidad de ser liniero llegó ese propio año, pues hicieron una convocatoria.  “Opté por esa especialidad, que ya me gustaba”. Ahí fue que empezó su verdadera historia como trabajador eléctrico. “Me inicié como liniero de nueva formación C y, poco a poco, me evalué en todas las categorías. En esas funciones estuve hasta 1973, en que me categoricé y fui designado jefe de brigada de líneas aéreas, en Capdevila”, añade.

 

Siempre disfrutó su labor como liniero. Foto: Cortesía del entrevistado

Sierrita no puede decir el número de ocasiones en que fue movilizado. “Excepto cuando el ciclón Flora, en 1963, nunca dejé de estar en las brigadas de apoyo creadas para las reparaciones eléctricas, luego del paso de huracanes, ciclones o cualquier emergencia. Fui a casi todos los territorios, incluido, la Isla de la Juventud”.

Cuenta que tuvo la suerte de que en su brigada no hubiera ningún fallecido, aunque sí ha tenido perdido a buenos compañeros. “En esta función lo fundamental es cumplir las normas de seguridad. Hay que tener mucha disciplina laboral; se deben obedecer las indicaciones del jefe que tiene la responsabilidad de velar por el cuidado de sus subordinados.

 

Junto a parte de su querida familia. Foto: Cortesía del entrevistado

“En esas tareas estuve hasta 1986, en que fui designado (en unión del ingeniero Félix Sosa), como jefe de Departamento de Líneas Áreas de la OBE La Habana, en Capdevila”, afirma.

En 1989, con la nueva estructura creada dentro de la empresa, Sierrita fue designado jefe del departamento de líneas áreas en el municipio de Boyeros, y posteriormente, jefe de operaciones. En esta última labor se desempeñó hasta el 2001. “Fui operado y decidí jubilarme, pensé que era el momento”, añade.

Solo por una semana

Rememora que solo permaneció una semana como jubilado. “Llegó a mi casa Nancy Torres, jefa de Recursos Humanos de la EELA, y me propuso que fuera para Escuela de Capacitación de Linieros, pues me necesitaban como instructor. Lo acepté porque quería dar mis conocimientos y formar los linieros que necesitaba la empresa y la Revolución.

 

Foto: Cortesía del entrevistado

Durante varios años, el magisterio se convirtió en otra pasión. “Ahí estuve hasta el 2022, en que debí apoyar en el cuidado de mi esposa, que está enferma.

“Pero, en julio del pasado año, la directora de la escuela me volvió a llamar. Insistió en contar conmigo, aunque fueran unas horas al día, pues no tenían instructores. Hablé con la familia, y aceptaron. Así que, en la mañana, atiendo a mi compañera, y sobre las doce, monto en mi bicicleta y me voy para la Escuela de Capacitación de Linieros Juan Ronda Lezcano, que queda a dos kilómetros de la casa, aproximadamente.

“Siempre me ha gustado mi oficio, y sin aún puedo cooperar en la formación de nuevas generaciones de linieros, pues es un orgullo. Yo imparto Patio, los enseño a escalar postes, a emplear las herramientas; también doy Principios de Seguridad eléctrica, Procedimientos de trabajo en caliente y Normas de Construcción.

“Este oficio no se aprende en un día. Incluso, algunos que se han ido de esta labor y luego retornan, tienen que recalificarse de nuevo, tanto de forma teórica como práctica.

El artemiseño, devenido habanero, confiesa ser un apasionado de la pelota. De acuerdo con sus palabras, en su juventud, practicó este deporte, e incluso, formó parte del equipo que durante años existió en la EELH. “Era tercera base, y modestia aparte, me defendía”.

 

En compañía de su hija Zulema, quien también labora en la EELH. Foto: Cortesía del entrevistado

Por estos días, dice que ha disfrutado mucho los juegos de la Liga Élite del Beisbol entre los equipos de Artemisa e Industriales. “Yo le voy a Artemisa, aunque en mi casa, todos sean industrialistas”.

Pero sus grandes amores siguen siendo la familia y su labor en un sector vital, el cual este 14 de enero celebra el Día del Trabajador Eléctrico. Sin titubear, afirma que, si un día volviera a nacer, no dudaría en escoger el arriesgado oficio de liniero.

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