Arminda se reacomodó en el balance y esbozó una sonrisa mientras le subía el volumen al televisor: “después de varios meses sin producir, la molinera de Santiago de Cuba arranca máquinas para procesar el trigo que se descarga en el muelle de la propia entidad”.
Para la cotidianidad de esta sexagenaria santiaguera la noticia se traduce en oxígeno a su chequera ante la garantía del pan de cada día, el de un peso, ese que tan esquivo fue, a ratos ausente, durante el último cuatrimestre del 2023.
El barco en el fondeadero y el traquetear de los molinos también saca sonrisas a los 370 trabajadores de la unidad empresarial de base (UEB) Cereales Santiago de Cuba, Frank País García, quienes el pasado año sufrieron en bolsillo propio las reiteradas paralizaciones por falta de materia prima.
“Ojalá en este 2024 exista más estabilidad con la entrada del trigo, y que se acomoden las cosas para poder cobrar un mejor salario, algo no logrado en el 23”, dice Rey David Sánchez, uno de los jefes de turno, y sus palabras encuentran eco en cada trabajador de allí.
“Administrativos y obreros aspiramos a lo mismo, comenta Angelina Hernández Pupo, secretaria general del buró sindical, mientras tanto le ponemos total empeño a esta producción, que va saliendo bien hasta ahora”.
De la paralización a las oportunidades
Materializar los rendimientos previstos y que después de tanto tiempo la molida se comporte sin contratiempos, es fruto de lo diseñado desde dentro.
“Nadie interrupto, dar mantenimientos, hacer higienización profunda, los aniristas dedicados a la recuperación, crear áreas de autoconsumo agrícola…” enumera el joven director de la UEB, el ingeniero Manuel Liranzo Morales.
“Desde agosto de 2023 hasta el 8 de enero que entró el barco que está en descarga — 9 mil 749 toneladas de trigo para harina destinada a las provincias orientales— esa fue la estrategia; la realidad habla por sí sola: lo que para algunos pudo ser un problema para nosotros fue oportunidad”.
“¡Y qué oportunidad!”, recalca Oscar Valdespino Díaz, quien lidera a los 192 trabajadores que se aglutinan en los nueve CIR de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores de Cereales Santiago, acostumbrados a las tensiones propias de una industria en la que todavía están de alta equipos fabricados en 1958 y maquinarias de 2001.
En tal orden buenas nuevas resuenan entre los silos santiagueros y son comentadas a Trabajadores por los jefes de área productiva Reynier Batista y Eduardo Campos: “en los próximos meses la empresa turca Alapala entrará con una inversión de alrededor de 6 millones de USD para mejoras tecnológicas en la prelimpia de la descarga y ampliación de la molinación”.
Valgan estas noticias para que no se le desdibuje la sonrisa ni a Arminda, ni a la gente de “la molinera”, como le llaman todos a esta industria, imprescindible hacedora de harina para nuestro costal.