Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución, con motivo del Aniversario 65 del triunfo de la Revolución, en el Parque Céspedes, Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 2024, “Año 66 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Compatriotas:
Arribamos al 65 aniversario del triunfo de nuestra Revolución socialista. Muchos han sido los retos y desafíos que hemos tenido que enfrentar para llegar hasta aquí; pero ha valido la pena, la obra de la Revolución y sus conquistas sociales, aun en medio de las dificultades, así lo corroboran.
Para Fidel ha sido el primer pensamiento de los cubanos en esta histórica conmemoración, especialmente aquí, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba que atesora sus inmortales restos, y también para todos los caídos en el noble propósito de alcanzar y preservar la independencia de la patria.
Nos congrega el mismo lugar donde Fidel proclamó el Primero de Enero de 1959, el triunfo de la única Revolución que ha existido en Cuba, iniciada el 10 de Octubre de 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, cuyo nombre lleva esta plaza.
Por paradojas de la historia, el entonces naciente imperio yanqui consumó la ocupación militar de Cuba el primero de enero de 1899, por tanto, duró exactamente 60 años su dominio total sobre nuestra isla.
Uno de los más vergonzosos e indignantes actos del ocupante en aquellos días fue impedir la entrada a la ciudad de las tropas del Ejército Libertador comandadas por el mayor general Calixto García, sin cuya actuación no hay duda de que los españoles hubieran derrotado en toda la línea a aquellos arrogantes, pero bastante ineptos invasores. Por eso Fidel, cuando se encontraba a las puertas de Santiago, afirmó en su alocución por Radio Rebelde: “Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba […] La historia del 95 no se repetirá”, concluyó.
Recuerdo aquella memorable noche del Primero de Enero de 1959. Como muchos saben, por decisión del Comandante en Jefe yo había llegado horas antes a Santiago con la misión de consolidar la rendición de la guarnición del cuartel Moncada, unos 5 000 hombres que estaban en esta ciudad, además de la fuerza principal de la Marina de Guerra, y me encontraba, como uno más, entre la multitud que colmaba esta plaza.
Fidel, al verme, ordenó que subiera a la tribuna y hablara a los presentes, solo dije unas breves palabras que no se conservan, pero eso no es importante. Sí están las de Fidel, que en esa ocasión nos advirtió: “La Revolución empieza ahora; la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”. Ocho días después, tras su entrada triunfal a la capital, insistió en ello, cuando expresó: “La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”, afirmó.
Fue su temprana alerta de no sobrestimar los éxitos y prepararse para encarar la opción más difícil, y la vida se encargó de demostrar cuánta razón tenía. El camino recorrido no ha sido fácil, hemos tenido que enfrentar la permanente y perversa agresividad del enemigo, que ha acudido incluso a la invasión militar, al terrorismo y a un despiadado y cruel bloqueo, condenado por la abrumadora mayoría de las naciones del mundo, en su intento fallido de destruir nuestra Revolución y borrar su inspirador ejemplo para otros pueblos, de que sí es posible edificar una sociedad justa y humana, con iguales oportunidades para todos.
La política de hostilidad permanente y de bloqueo del Gobierno de los Estados Unidos es la principal causa de las dificultades de nuestra economía. No tengan duda de esta realidad, aunque el enemigo invierta millones de dólares y mucho esfuerzo para ocultarla. La secundan algunos que actúan contra su propia patria, ya sea por afán de lucro o simplemente por espíritu de siervos. Otros se dejan confundir por sus mentiras, y en cierta forma le hacen el juego inconscientemente, agobiados por las dificultades cotidianas. Con estos últimos no podemos perder la paciencia, debemos escucharlos, explicarles hasta convencerlos con la poderosa arma de la verdad, que está de nuestra parte.
Lo anterior no significa en modo alguno que desconozcamos nuestras deficiencias y errores, que nunca han sido de principios. La dirección de la Revolución se ha caracterizado, a lo largo de estos 65 años, por su transparencia y espíritu autocrítico, al debatir con el pueblo cualquier insuficiencia, consciente de que únicamente entre todos seremos capaces de erradicarlas.
En el tránsito por el ignoto camino que conlleva construir el socialismo en un país pobre y sometido a constantes agresiones, nos hemos visto obligados a crear nuestras propias maneras de hacer, evidencia de que el proceso revolucionario cubano se ha caracterizado siempre por una inmensa capacidad creadora.
Hoy podemos decir con sano orgullo que ni agresiones externas, ni los golpes de la naturaleza, ni nuestros propios errores han impedido que lleguemos a este 65 aniversario. ¡Aquí estamos y aquí estaremos! (Aplausos.)
Ello ha sido posible, en primer lugar, por la demostrada resistencia y seguridad en sí mismo de nuestro heroico pueblo; por la sabia conducción del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz; por la existencia de un Partido, devenido en digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder, y por la unidad de la nación.
A esta trayectoria se refirió hace unos momentos el compañero Díaz-Canel, en su repaso de la epopeya vivida por los cubanos durante estos 65 años, y que se prolonga a los difíciles e inolvidables momentos del Moncada, del Granma y de la lucha en la Sierra y el llano, hasta alcanzar el verdadero triunfo, un día como hoy.
Y mientras mayores sean las dificultades y los peligros, más exigencia, disciplina y unidad se requieren. No una unidad alcanzada a cualquier precio, sino la basada en los principios que tan certeramente definió Fidel en su reflexión del 22 de enero de 2008, y cito: “Unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario”. Y agregó otra idea esencial: “Debemos evitar que, en el enorme mar de criterios tácticos, se diluyan las líneas estratégicas e imaginemos situaciones inexistentes”.
Así es nuestra unidad, que no surgió por arte de magia, que hemos construido entre todos de forma paciente, ladrillo a ladrillo. En la Revolución Cubana ha tenido cabida cada patriota sincero, con el único requisito de estar dispuesto a enfrentar la injusticia y la opresión, a trabajar en bien del pueblo y a defender sus conquistas.
En esa fragua de acción y pensamiento se forjó nuestro Partido, ajeno al autoritarismo y las imposiciones, escuchando y debatiendo los diferentes criterios y dando participación a cuantos estén dispuestos a sumarse a la obra. Modestia, honestidad, apego a la verdad, lealtad y compromiso han sido la clave. En el socialismo y su obra, en la unidad y la ideología revolucionaria se sustenta nuestra capacidad de resistir y vencer (Aplausos).
La unidad es nuestra principal arma estratégica; ha permitido a esta pequeña isla salir airosa en cada desafío; sustenta la vocación internacionalista de nuestro pueblo y sus proezas en otras tierras del mundo, siguiendo la máxima martiana de que patria es humanidad. ¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos! No tengo duda de que así será. Estoy convencido de que los Pinos Nuevos, nuestra combativa juventud, así lo garantizará.
La unidad formada por el Partido, el Gobierno, las organizaciones de masas y todo nuestro pueblo, y como parte de este los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, es el escudo contra el que se estrellarán, una vez más, todos los planes subversivos del enemigo, que incluyen desde el uso sistemático de la mentira hasta el terrorismo.
Hoy puedo afirmar con satisfacción que la Revolución Cubana, tras 65 años de existencia, lejos de debilitarse, se fortalece (Aplausos), y como ya dije hace una década, un día como hoy y en este propio lugar, sin compromisos con nadie en absoluto, solo con el pueblo (Aplausos).
Compañeras y compañeros:
Sé que expreso el sentir de la Generación Histórica al ratificar la confianza en quienes hoy ocupan responsabilidades de dirección en nuestro Partido y Gobierno, y en las demás organizaciones e instituciones de nuestra sociedad, desde los más altos cargos hasta las decenas de miles de dirigentes de base que están en la primera línea de combate. En circunstancias muy difíciles, la inmensa mayoría de ellos viene demostrando con su actuación la necesaria firmeza revolucionaria y voluntad para sortear las dificultades actuales y salir adelante junto a nuestro pueblo.
Quienes, por insuficiente capacidad, falta de preparación o simplemente por haberse cansado, no estén a la altura que exige el momento, deben ceder su puesto a otro compañero o compañera dispuesto a asumir la tarea.
A todos nuestros cuadros los convoco a meditar cada día sobre qué más puede hacerse para justificar la confianza y el ejemplar respaldo de nuestros compatriotas, aun en medio de tantas necesidades, a no ser ingenuos ni triunfalistas, a evitar respuestas burocráticas y cualquier manifestación de rutina e insensibilidad, a encontrar soluciones realistas con lo que tenemos, sin soñar que algo nos vaya a caer del cielo. Igualmente, dentro de las muchas tareas y retos cotidianos, encuentren tiempo para superarse, los conocimientos han sido siempre un arma esencial, y lo son mucho más en presente.
Si grandes son los retos y dificultades actuales, mayor es la obra de la Revolución, que constituye su mejor e irrebatible defensa ante las infamias del enemigo, una obra palpable en cualquier rincón de Cuba en el orden material y espiritual.
La Revolución dignificó a Cuba y a los cubanos. El concepto mismo de poder asumió una dimensión nueva cuando la política dejó ser feudo de una élite y todo el pueblo se convirtió en protagonista de su destino. Por eso tenemos que defender y llevar adelante esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.
La historia nos ha enseñado con creces a dónde conducen la resignación y el derrotismo. No nos limitemos a resistir. Vamos a salir de estas dificultades, como lo hemos hecho siempre, ¡combatiendo! (Aplausos), con la misma decisión de Baraguá, del Moncada, del Granma, de Girón y con las firmes convicciones que nos inculcó el Comandante en Jefe.
Esto se traduce hoy en trabajar más y sobre todo hacerlo bien. Es nuestro compromiso con la gloriosa historia de la patria y el mejor homenaje a los caídos.
Como explicó de forma diáfana el Primer Ministro, compañero Manuel Marrero, hace solo unos días en la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la compleja e inaplazable batalla económica es imperativo avanzar en productividad, orden y eficiencia, aunque ello implique algunos sacrificios para crear las condiciones que nos permitan salir de la actual situación y desarrollarnos.
Encontrar respuesta a estas dificultades es un deber ineludible de todos los revolucionarios cubanos. En fecha tan significativa, solicito a nuestro pueblo sumarse de forma consciente y responsable, como nos tiene acostumbrado, a este empeño que hoy exige la patria.
Reitero una convicción que expresé en el Parlamento cubano el primero de agosto de 2010: “A nosotros, los revolucionarios cubanos, las dificultades no nos quitan el sueño, nuestro único camino es proseguir la lucha con optimismo e inclaudicable fe en la victoria” (Aplausos).
En este supremo empeño, las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, fieles y seguros guardianes de la Revolución, participarán decididamente. Si ayer de las armas victoriosas del Ejército Rebelde emergió libre, hermosa, pujante e invencible la patria nueva, hoy puedo afirmar que ante cualquier amenaza o debilidad sus combatientes no renunciarán a continuar siendo, junto al Partido, el alma de la Revolución (Aplausos).
Queridos compatriotas:
Como afirmó el Comandante en Jefe en su mensaje al constituirse la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, hace treinta años: “…No hay contradicciones generacionales en la Revolución por una simple razón: porque no hay envidias ni ansias de poder entre sus hijos.
“Ninguno de los viejos luchadores nos aferramos a cargos ni nos consideramos acreedores de la patria por haberle prestado un servicio, y mientras nos queden fuerzas estaremos en el puesto que se nos asigne, por modesto que sea”. Hasta aquí las palabras de Fidel, que parecen dichas hoy.
En esta fecha de tanto significado puedo afirmar que nuestro mayor orgullo y satisfacción es haber estado junto a Fidel en cada momento de alegría, indignación o tristeza; haber aprendido de él la importancia decisiva de la unidad; a no perder la serenidad y la confianza en el triunfo por insalvables que parezcan los obstáculos poderosos de los enemigos o grandes los peligros; a aprender y sacar fuerzas de cada revés hasta transformarlo en victoria.
Fieles a sus enseñanzas y a su ejemplo ¡aquí estamos!, y desde la heroica Santiago de Cuba ratificamos que nos mantenemos con el pie en el estribo y listos para la carga al machete, junto al pueblo y como un combatiente más (Aplausos), contra el enemigo y nuestros propios errores, seguros de que siempre retumbará en esta tierra el grito mambí:
¡Viva Cuba libre! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
(Ovación.)