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¿Maldita opinión?

Le juro que tengo dudas sobre cómo iniciar este diálogo. Quizá, alguien me sugeriría que para quedar bien o evitarme una encendida polémica levantara ciertas ban­deras o incluso me cu­briera con el pesado y a veces patético camisón del chovinismo.

Pero no puedo hacer­lo, por eso, a riesgo de no salir ileso lanzaré mi sin­cera opinión. No creo que en los Juegos Olímpicos de París 2024 el deporte cubano iguale su actua­ción de Tokio 2020.

Antes de que desee aferrarse sobre mi cue­llo o bombardearme con epítetos ofensivos desde la distancia y la “segu­ridad” que dan las redes sociales, le ratifico que reverencio a nuestros deportistas.

Sus hazañas, escritas en infinidad de ocasiones con coraje y pasión, han demostrado la infinita capacidad de superación que adorna a los que ha­bitamos este archipié­lago, y es digno de ser aplaudido.

Sin embargo, hay ciertas realidades (to­dos saben a lo que me refiero) que golpean como puños a nuestra sociedad y por ende al deporte, por eso estimo que en la cita parisina Cuba tratará de enco­mendarse a la tradición ganadora del boxeo, la lucha y el judo, sin ol­vidar las positivas no­tas que podrían dar el tiro, el taekwondo, el canotaje y el atletismo (muy lacerado en los úl­timos tiempos).

A ello podríamos su­mar alguna grata sorpre­sa, que históricamente ha subsanado el traspié de un pronóstico casi seguro.

Las opciones enume­radas indudablemente reportarán varios po­dios, mas no deben corre­gir la sangría sufrida por abandonos o decisiones personales de figuras, que en este ciclo olímpico estaban llamadas a rati­ficar sus huellas.

Tal vez usted defien­da con razón y optimis­mo que otros ocuparán el lugar de los que no están, o que incluso con un nú­mero de preseas similar o inferior se pudiera cum­plir con lo trazado. Res­peto esas ideas, pero no las comparto.

La erosión que su­frimos, aunque algún avinagrado de ocasión lo dude, cada día las­tima más. Las últimas incursiones en Juegos Centroamericanos y del Caribe y en Juegos Pa­namericanos (en Chile se cumplió) han señala­do nuestro talento inna­to, pero también un pal­pable retroceso, que en una lid mayúscula como los Juegos Olímpicos puede pesar y mucho.

Les confieso que he sido franco. Los “azotes” iniciales por mi “osadía”, que comenzó siendo ver­bal, ya los recibí en casa. Como me gustaría equi­vocarme de ¿esta maldita opinión?

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