“Voy a la Me exprime”, dijo la vecina entre resignación y salvación. La parodia popular lleva la lógica ironía hacia uno de los actores económicos que en los últimos años soltó sus riendas en el entramado social cubano —micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes)—, y ha acentuado diferencias sociales que no alentaba el proyecto revolucionario, en tanto se convierte casi en la única solución en temas alimentarios ante la deprimida opción estatal.
Como toda oferta y demanda, en la mayoría de los puntos de venta (ya hay mipymes-mercados con más productos que cualquier tienda en moneda libremente convertible) los precios oscilan, en dependencia del territorio, la mercancía en sí misma y el lugar en el exterior donde se adquirió. Al menos así lo explican los dueños.
Sin embargo, sigue resultando asombroso, a ratos inexplicable, que en las “Me exprimes”, nunca falten productos de primera necesidad (pollo, huevo, carne, leche, entre otros) que la canasta familiar normada se va olvidando poco a poco o extiende sus ciclos de distribución por semanas y meses. Solo con esto último el impacto social es alto y son muchas las personas de bajos ingresos que sienten un Coloso de Rodas sobre sus hombros para poner un plato diario de comida, lo cual es más tortuoso si tenemos niños o enfermos.
Hasta ahí una parte del círculo. La otra va en vender y recuperar lo invertido por él o los dueños de las mipymes (por cierto, a veces la canción Timbiriche de Tony Ávila suena pitonisa en el tiempo). Si bien es cierto que los productos se pueden adquirir en moneda nacional (CUP) cada vez aparece más la tendencia a aceptar otros tipos de moneda al cambio informal de la calle. Y aquí vuelve a desvirtuarse el concepto, aunque los argumentos de necesitar dólares o euros para seguir importando son esgrimidos con fuerza. Y no les falta razón, pues el mercado cambiario de Cadeca no responde con la misma agilidad que la dinámica económica.
Pero al pueblo lo que más “exprime” en las mipymes (y no es trabalengua) es la mágica idea de ganar y ganar con el precio más alto y un olvido filosófico: “el chino kilo a kilo se hizo millonario”.
¿Por qué en lugar de sacar el costo y una ganancia mínima (en el mundo entero oscila entre 5 y 15 %), los precios que vemos hoy en la mayoría responden al costo y una ganancia entre el 25 y 50 %? Ejemplos sobran. Por muchos impuestos y salarios a pagar a los trabajadores contratados es posible exprimir menos. Lo saben ellos y hasta mi vecina, que suelta la frase con la esperanza de que en el 2024 sea menos tenso ir a la “Me exprime”.