Fue impresionante para los convocados a la primera Conferencia Nacional de Trabajadores Azucareros efectuada entre el 20 y el 21 de diciembre de 1958 en territorio liberado ser testigos de la nutrida manifestación calculada en unas 5 mil personas efectuada la víspera, en la que los obreros portaron carteles con sus demandas.
Un espectáculo así no se vivía en Cuba desde que la camarilla vendida al imperialismo y a la oligarquía criolla, encabezada por Eusebio Mujal había usurpado la dirección de la CTC y desplazado a sus legítimos dirigentes.
Pero la situación estaba cambiando con el empuje de las fuerzas revolucionarias. Se pensó originalmente utilizar como sede de la importante reunión el campamento La Caridad, no obstante, para evitar los bombardeos de la aviación enemiga, se trasladó al Club Social en la localidad de General Carrillo, en el Frente Norte de Las Villas, comandado por Camilo Cienfuegos.
Acudieron unos 800 delegados procedentes de todos los centrales de Las Villas y algunos de Camagüey, y representaciones de las demás provincias, con excepción de los de Oriente, porque allí había tenido lugar poco antes el Congreso Obrero en Armas. Fueron acompañados por otros sectores laborales.
La presidencia de la trascendental reunión recayó en reconocidos dirigentes sindicales como Ursinio Rojas, azucarero; Jesús Soto, de los textileros de Bauta y José María de la Aguilera, secretario general de los empleados bancarios, entre otros.
A tono con la convocatoria del Frente Obrero Nacional Unido (Fonu), fundado el día 10 del mes anterior, los asistentes se pronunciaron por la realización de una huelga general revolucionaria en todos los centrales azucareros y por el apoyo incondicional a la lucha armada.
Entre los principales reclamos estuvieron la restitución de los salarios de los obreros azucareros; la reposición de los trabajadores desplazados; el restablecimiento del diferencial azucarero y el pago de las diferencias salariales dejadas de abonar. Otras exigencias fueron el aumento del 10 % de los salarios de todos los trabajadores para la siguiente zafra; el pago completo de la superproducción tomando como promedio la del año 1949; la rebaja de los artículos de primera necesidad y la prohibición de reducir nuevas plazas en los ingenios y colonias.
Se manifestó un rechazo enérgico a los procedimientos mujalistas de ahogar la democracia sindical, y de intervenir los sindicatos, destituir a los dirigentes legítimos de los obreros para imponer a otros serviles a sus intereses e imponer la cuota sindical obligatoria.
Fue decidida la condena a las persecuciones y asesinatos de los opositores al régimen que practicaba cotidianamente la dictadura, defendieron el derecho a organizar huelgas y manifestaciones; reclamaron la libertad de todos los presos políticos y sociales; demandaron el castigo a los militares acusados de crímenes y atropellos, la disolución de los aparatos represivos de la tiranía, y el restablecimiento de la Constitución de 1940, burlada por el batistato.
Camilo no pudo asistir porque se encontraba preparando el ataque a Zulueta, no obstante, en la madrugada contactó con Gerardo Nogueras Martínez, responsable obrero del Frente Norte de Las Villas para interesarse por la reunión.
La Conferencia demostró el respaldo de los trabajadores al Ejército Rebelde y su disposición a hablar alto y claro por ese futuro que pronto sería conquistado.