Sobre la historia de cómo hicieron aquel primer concierto el 4 de diciembre de 1969 en plena Rampa, del Vedado, se ha escrito mucho. El genio de Juan Formell se había separado de la Orquesta Revé tiempo atrás e irrumpió en la música cubana como el Tren que miles, millones de cubanos, hemos montado alguna vez en la vida, ya sea en casa, en teatro, en plazas, o simplemente desde nuestra memoria.
Quiero recordar ahora mismo la primera canción de Los Van Van que bailé en las fiestas-descargas de secundaria básica y no logro precisar si fue el Buey Cansado, Seis Semanas o Sandunguera. Pero bien poco importa, desde entonces he bailado, disfrutado y tarareado casi todo su repertorio anterior y posterior (guardo con celo increíble la colección completa de sus discos). He sido feliz, muy feliz, con solo sentir sus acordes en Cuba o cuando he estado fuera de ella.
Sin embargo, hoy quiero contar mi única conversación con Juan Formell. Fue precisamente en el estadio Latinoamericano, cuando junto a su hijo Samuel, el actor Jorge Peregourría y otros músicos de la orquesta presenciaba un partido de Industriales. De momento se viró y me preguntó por un pelotero que acababa de dar jonrón y aproveché no solo para responderle, sino para decirle cuánto significaban Los Van Van para mi.
Con una sonrisa complaciente de Formell terminó ese primer diálogo. Miles de personas debían haberle dicho lo mismo miles de veces antes y después que yo. El partido siguió y más de una vez mostraba su admiración por los peloteros industrialistas, al tiempo que Samuel le daba detalles más precisos y cuando faltaba algún dato, ahí estaba yo para apuntalarlo.
No llegó hasta el final del encuentro, sobre el séptimo capítulo se levantó de uno de los palcos para irse y sucedió lo inesperado. Regresó hasta dónde estaba y me sorprendió: «Algún día nos gustaría tocar para los periodistas. Ustedes seguramente son también buenos bailadores…» Le agradecí aquel gesto, le di la mano y desde entonces esa idea no me salió de la cabeza.
La actuación prometida no se concretó hasta el 2016. Para entonces el genio Formell había fallecido, pero sus continuadores nos hicieron bailar por más de dos horas en el Círculo Social Cristino Naranjo. En esa ocasión le recordé a Samuel aquella conversación en el Latino. Hoy es la primera vez que lo escribo y comparto.
Los Van Van nos han llenado desde la música y la tradición; desde los sentimientos hasta la eternidad; desde la vida cotidiana hasta el amor; desde la Cuba más auténtica hasta el reconocimiento mundial; desde la alegría necesaria hasta el recuerdo imborrable. Su cumpleaños 54 aún nos enseña que es posible bailar «más de seis semanas, con o sin el estilo de un buey cansado, pero siempre con la misma sandunga…» ¡¡¡Felicidades Van Van¡¡¡¡ Felicidades vanvaneros, cubanos todos¡¡¡¡