El diálogo que sostuvimos hace algunos años con Antonio Ñico Torres Chedebeau, destacado dirigente ferroviario guantanamero, ya fallecido, miembro de la dirección nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, quien presidió el Buró Obrero del Segundo Frente Oriental Frank País, tuvo la virtud de trasladarnos, como si lo estuviéramos viviendo, al Congreso Obrero en Armas realizado el 8 y el 9 de diciembre de 1958.
El detonante del encuentro fue una maniobra urdida por los hacendados y colonos para sabotear la zafra azucarera. Argumentaban que carecían de combustible y materiales para efectuar las reparaciones, y de fondos para pagar a los trabajadores, debido a que los bancos de la capital no concedían los créditos necesarios, ni tampoco disponían de líneas férreas para el traslado de la caña, porque estas habían sido saboteadas como consecuencia de la guerra. Y de todo ello culpaban al Ejército Rebelde.
Ñico Torres informó de esta situación al jefe del II Frente, el Comandante Raúl Castro Ruz, y le propuso organizar una plenaria azucarera para analizar con los trabajadores cómo actuar, a lo que Raúl respondió que la convocatoria debía abarcar a otros sectores laborales con innumerables problemas y así surgió el Congreso Obrero en Armas.
Los delegados de las zonas liberadas fueron elegidos en asambleas con todos los trabajadores, mientras los de las no liberadas los nominaron las células clandestinas del Movimiento 26 de Julio, el Partido Socialista Popular y otras organizaciones. Representaban a los sectores ferroviarios, azucarero-agrícola e industrial-portuario, minero, farmacéutico, del comercio, de la medicina, telefónico, de la construcción, artes gráficas, eléctrico, carpintero, panadero y de la base naval de Guantánamo, entre otros.
Pero para ellos llegar al lugar de la cita, el rústico salón de bailes de Juan Clavel, en Soledad de Mayarí, donde el 21 de septiembre se había celebrado el Congreso Campesino en Armas, fue una verdadera proeza. Tuvieron que superar el agotador traslado desde largas distancias a pie, a caballo o en cualquier otro medio disponible, esquivar al ejército de la tiranía y hasta cruzar por zonas donde se combatía.
El anticomunismo reinante en la época explica cómo de una convocatoria inicial de 110 participantes, un grupo de 12 se retiraron por su desacuerdo con la presencia de comunistas en la reunión, sin que ello afectara el sentido unitario y democrático de las sesiones.
Raúl había sugerido la fecha del 7 de diciembre para el inicio del Congreso como homenaje a Antonio Maceo, pero después le hizo llegar una nota a Ñico Torres en la cual le solicitaba posponer la apertura para el siguiente día, con el fin de garantizar la asistencia de delegados que estaban en Bayate.
El segundo día de deliberaciones los bombardeos de la aviación del batistato sobre Soledad de Mayarí obligaron a los participantes a continuar las discusiones en los cafetales.
El saldo del encuentro fue inmensamente fructífero. Los delegados acordaron desautorizar a la CTC y a la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros dominadas por el mujalismo; crear comisiones de trabajadores que organizaran elecciones libres en todos los centros de trabajo de las zonas liberadas para destituir a las directivas mujalistas y elegir democráticamente a los líderes sindicales, los que deberían discutir los contratos colectivos de trabajo con los patronos.
Además, decidieron suspender el pago de la cuota sindical obligatoria; iniciar la lucha por el diferencial azucarero y donar al Ejército Rebelde el 20 % de lo recaudado por ese concepto; luchar junto con los campesinos por una verdadera Reforma Agraria y, lo más inmediato: garantizar las reparaciones de los centrales y todas las actividades de la zafra saboteadas por los hacendados y colonos. Expresaron también su apoyo incondicional al Ejército Rebelde.
Las acciones militares que debía emprender le impidieron a Raúl asistir al Congreso, sin embargo se mantuvo al tanto de su desarrollo y al valorar los acuerdos los catalogó “como un índice inequívoco de la fuerza del pueblo en armas, de la inteligencia y madurez del proletariado cubano”.