El día 22 de diciembre de 1961, Mirella Suárez Ortega fue una de los tantos brigadistas que llenaron la plaza de la Revolución para escuchar al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, decir ante el mundo que Cuba era un territorio libre de Analfabetismo.
Como dijera Fidel aquel día, fue un momento solemne y emocionante, y todos se sintieron parte de la proeza que la nación había logrado en solo un año, cuando para algunos parecía imposible. Ella, delgada, pequeña, con su farol en las manos, se enorgullecía (aún se enorgullece) de haber sido parte de la epopeya.
Aplaudió incesantemente cuando en su discurso, el líder cubano los convocó: “¡Adelante, compañeros, hacia las nuevas metas, a cumplir las nuevas promesas, a cumplir las nuevas tareas, a hacerse maestro, a hacerse técnico, a hacerse médico, a hacerse profesores, a hacerse ingeniero, a hacerse intelectuales revolucionarios!”.
El futuro se abría ante la juventud cubana, y ella no perdió ninguna oportunidad.
Camino a la adultez
Mirella nació el 17 de diciembre de 1941, en Palma Soriano, y cuenta que para todos fue una sorpresa, pues ya la familia no esperaba más hijos. Creció bebiendo del patriotismo que emanaba de sus padres, escuchando las anécdotas del abuelo mambí, que peleó bajo el mando de José Maceo. Y también influyeron en ella, las ideas de su padre, Augusto, quien era obrero del Central Palma y seguía con fidelidad los principios expuestos por Jesús Menéndez y Lázaro Peña.
Recuerda que la primera vez que escuchó hablar del sindicato, ella tendría como cinco o seis años. “Ese día, mis hermanos me dijeron: ‘quieres ver a papá desfilando’. Entonces me llevaron a la calle Maceo, detrás de mi casa y ahí lo vi, con un cartel, pidiendo la unidad de los trabajadores.”
Como tantos hijos del oriente cubano, estuvieron también vinculados a la lucha contra el dictador Fulgencio Batista. Sus hermanos, Petronio y Mariano, fueron combatientes en el Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, en tanto, José estuvo vinculado a la lucha clandestina. El resto llevaba avituallamientos para el frente de combate.
Cuando llegó la hora de decidir qué estudiar, Mirella optó por el magisterio: sería su razón de ser. Pero la madre temía a los viajes entre Palma Soriano y Santiago de Cuba, todos sabían los peligros que imponía el régimen de Fulgencio Batista. En un consejo de familia, decidieron que la jovencita viniera a vivir para La Habana, donde residía la hermana mayor. “Así, en 1957, matriculé, primero en la Escuela Normal de Patronato y después en la Escuela Normal de Maestros de La Habana, en la cual me gradué en 1962”.
La etapa de la alfabetización la recuerda como una de las más hermosas de sus experiencias. “Fui para Guantánamo. Al llegar nos dijeron que hacían falta maestros para Punta de Maisí y el Toa; para este último sitio irían varones. En mi caso me correspondió la Gran Sierra de Maisí.
“Realmente, tuve una campaña de alfabetización maravillosa, fui muy bien acogida. Enseñé a leer y a escribir a 14 personas, que se convirtieron en mi otra familia”, añade.
Toda una vida para el sindicato
Entre los recuerdos entrañables de Mirella está su permanencia en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona (hoy Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona), donde hizo su Licenciatura en Español y Literatura y después, Licenciatura en Pedagogía y Sicología. “Ahí también concluí la Maestría en Ciencias de la Educación”.
Fue precisamente en el Varona donde comenzó su etapa como dirigente sindical. Primero en la sección sindical de base, después a nivel de Buró. “En 1991, participé como delegada en el VII Congreso del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte (SNTECD), el cual estuvo presidido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
“Ahí fui electa miembro del secretariado nacional del SNTECD. En 1993, luego de una Conferencia Extraordinaria, fui seleccionada Secretaria General del referido sindicato en La Habana”, acota.
En esa importante labor se mantuvo hasta inicios del año 2000, en que pasó al SNTECD, como directora del Centro de Documentación e Información, así como de la revista Con luz Propia. Afirma que desde ese centro se gestiona información. “Gracias a los saberes de muchos colaboradores se logró conformar el libro de historia del Sindicato”.
A la altura de los años, esta apasionada mujer, reafirma que el dirigente sindical tiene un gran compromiso con la Revolución y con los trabajadores. Para ella, ese sentido del deber y de entrega permanece intacto.
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