Carmita, como muchos la nombran con cariño, es una enamorada de la Revolución. Dulce, cariñosa, preocupada por los problemas de los demás, cooperadora, asume con modestia su rica trayectoria en el Partido, como ministra y en el Parlamento. Pedirle que nos hablara de Fidel es para ella un regalo y sus recuerdos de los tiempos difíciles en que enfrentaron los daños de los huracanes en la más occidental de las provincias cubanas fluyen como experiencias inolvidables.
¿En cuántas ocasiones recibió a Fidel en la provincia ante la inminencia del paso de un huracán o durante su transcurso y qué significó para usted y para el pueblo su presencia?
Entre los años 1994 y 2006 que coincidieron con mi responsabilidad como primera secretaria del Comité Provincial del Partido en Pinar del Río, el Comandante en Jefe visitó la provincia en 11 oportunidades ante la inminencia de que un huracán nos afectara.
Seguía minuto a minuto la evolución y trayectoria de cada uno. Me llamaba indagando sobre los evacuados, la protección de la economía y de todo cuanto pudiera resultar afectado. Lo hacía infinidad de veces antes de visitarnos y después de marcharse de Pinar.
Las vivencias con Fidel, su relación con Pinar del Río siempre constituían motivo de aliento, esperanza y convicción de la victoria, máxime en momentos como estos. Por un lado estaba esa presión psicológica que su personalidad inspiraba, de no fallarle, de no equivocarse en una decisión, en un dato, y de otro lado, esa sensación de seguridad, de sentirse protegido, de saber que los pinareños no estábamos solos… Su aliento, sus enseñanzas, críticas, constituían resortes que hacían que el cansancio fuera desplazado por la energía de trabajar en función de ese pueblo que tanto sufría por el carácter destructivo de cada evento meteorológico. No me refiero a mi persona, era el pueblo, los cuadros y trabajadores, los evacuados, el que había perdido todo, vivienda incluida. Su presencia inspiraba optimismo, compromiso y siempre encontrábamos las fuerzas para luchar y levantarnos una y otra vez.
Fidel acompañó a los pinareños cuando ocurrió un hecho poco usual: el azote a esa provincia, con pocos días de diferencia, de dos huracanes, Isidore y Lili. ¿Qué vivencias tuvo usted con el Comandante en Jefe en esa coyuntura tan compleja?
Entre ambos huracanes habían transcurrido apenas 11 días. Nos encontrábamos con el compañero José Ramón Machado Ventura en un centro de evacuados de Cortés, en el municipio de Sandino, allí solo estaban en pie las personas. La destrucción era impresionante y recuerdo que Rubiera me llama y me dice: “Carmita, prepárense que hay otro ciclón y lleva prácticamente la misma ruta. Aquello fue tremendo”.
Llegando a Pinar del Río, llama Fidel para que le explicara cómo nos preparábamos para enfrentar otro ciclón. Le expliqué cómo seríamos capaces de resistir. Recuerdo que dijo: “Lo más importante es que no haya que lamentar pérdidas de vidas humanas”. Este tema era una constante siempre. Y no le fallamos, del año 1994 al 2006 por los huracanes que nos afectaron no hubo fallecidos.
Tanto cuando Isidore como en Lili llegó a la provincia antes que empezara a azotarnos (en cada ciclón fue así). Llovía y el viento se incrementaba. En el Consejo de Defensa Provincial durante el paso de Isidore, estuvimos más de 9 horas. A la misma vez me indicaba que llamara al primer secretario de Isla de la Juventud, a Rubiera y a varios ministros. Preguntaba de todo y a todos los presentes. Estaba preocupado y expresó: “Ese ciclón está danzando en la misma zona: Cortés y Manuel Lazo”, realmente era terrible lo que esa población vivía. La lluvia no cesaba y los vientos arrasaban a su paso.
El ciclón destruía todo lo que encontraba a su paso, y él planificando la recuperación. Eran dos huracanes a la vez: el ciclón destruyendo y él previendo cómo salir de aquella situación. De ese momento surge el proyecto de la merienda escolar en secundaria básica, programa hermoso que ayudó mucho sobre todo a los estudiantes que vivían distantes de sus centros educacionales.
Insistía en la recuperación eléctrica, controlaba el traslado de brigadas de linieros de todo el país hacia Pinar, indagaba sobre cómo asegurar el bombeo de agua, la asistencia médica, la siembra de producciones de ciclo corto, cómo debían recuperarse las viviendas, las casas de curar tabaco, los viales… era un torbellino generando ideas y dando orientaciones. Siempre pensando en el pueblo, en las personas. Cuando Lili, también estuvo junto a los pinareños hasta pasadas varias horas después de que el huracán abandonara territorio pinareño. Esta dinámica se convirtió en cotidiana en cada ocasión que, por eventos meteorológicos, visita a Pinar del Río.
¿Podría relatarnos alguna anécdota del comportamiento del Comandante en Jefe ante esas contingencias meteorológicas?
Cuando el huracán Iván Fidel me comentó: “Oye, tú no vas a creer que nos quedamos aquí en Pinar, vamos para donde dice Rubiera que va este poderoso huracán”. Salimos rumbo al occidente de la provincia. Visitó San Juan, Guane y Sandino bajo fuertes vientos y lluvias que parecían no tener fin.
En Guane me pidió un mapa de la provincia. Él sabía que siempre tenía uno conmigo. Pero como me había cambiado el uniforme antes de que él llegara (estaba empapada) se me queda el dichoso mapa en el otro pantalón. Le pido entonces al secretario del municipio un mapa y me trae uno que estaba en un libro de geografía de Cuba, era un fósforo aquel mapa, entonces, le dije, mire Comandante, como usted lo que quiere es ubicarse, yo voy a dibujarle uno, cogí una hoja, lo dibujé como pude, le expresé, mire usted entró por aquí, por Candelaria, pasó la autopista, aquí dejó atrás San Cristóbal, Los Palacios, Consolación, aquí estuvimos en el Partido provincial, pasamos por San Juan, le mostraba con un puntico los lugares.
Y añadí, por aquí está Isabel Rubio, le hice un círculo por ser zona de incomunicación, para regresar si no hay paso por ahí podemos ir por el 21 de la carretera a Mantua, desviarnos y salimos por San Julián y de lo contrario nos podemos ir por Los Portales, salimos a Sumidero, y así le doy los detalles, y se queda mirando fijamente mi mapa y dice, bueno Carmita, ese mapa tuyo parece más un perrito acostado pero tiene el valor de haberme ubicado y lo firmó, y ese mapa, con su firma, está en el Museo Municipal de Guane como un tesoro, yo guardo una copia.
Salimos hacia Sandino y casi no se podía andar. Llegamos hasta la sede del Consejo de Defensa Municipal y como lo fue en San Juan y en Guane, aún azotaban la lluvia y los vientos, las personas intentaban salir para estar con él. Era gratificante su presencia. Un estímulo y un reto.
De regreso me indicó que fuera para Tele Pinar y me dijo: “Explicas todo pero sin un papel en la mano, te voy a estar mirando. Al regreso expresó su satisfacción porque habíamos logrado informar a Cuba y al mundo cómo nos enfrentamos a este fenómeno que si bien no atravesó el territorio –pasó a 25 km del Cabo de San Antonio–, fue sumamente destructor por los vientos y la lluvia.
En otro huracán que afectó la zona norte de la antigua Habana campo, la provincia estuvo dos semanas sin electricidad por la caída de postes de alta tensión que trasmiten la electricidad desde Mariel hasta Pinar del Río, el Comandante llamaba diariamente, en ocasiones más de tres veces, atento de cada detalle y cómo se enfrentaba aquella contingencia.