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Orfilio Peláez Molina: Vencedor de las tinieblas

Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz condecoró al destacado oftalmólogo y científico cubano Orfilio Peláez Molina con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, estaba premiando a un titán de la esperanza. Durante décadas había laborado afanosamente sin desanimarse por incomprensiones, incredulidades y escollos de todo tipo, hasta lograr que la luz venciera a la oscuridad: había creado una terapéutica para los enfermos de retinosis pigmentaria condenados hasta entonces a la ceguera.

 

El doctor Orfilio Peláez Molina. Foto: Cortesía de la familia

 

Sencillo, modesto, afable, con una tenacidad y perseverancia a toda prueba, este cubano de cuyo nacimiento se cumplen este 17 de noviembre 100 años era oriundo de Magarabomba, localidad de Camagüey hoy perteneciente al municipio de Céspedes. Su entorno natal fue una finca en la cual desde pequeño el padre lo enseñó a ordeñar vacas, cortar caña y de quien aprendió además sinceridad, honradez y disciplina laboral, cualidades que lo acompañaron durante toda su existencia.

Un día le expresó su deseo de permanecer con él en la finca pero la respuesta del viejo fue negativa: tenía que estudiar, y así lo hizo para fortuna de la ciencia cubana.

 

El Comandante en Jefe comparte con el destacado científico uno de sus cumpleaños. En el extremo izquierdo de la foto, Mariadela, la inseparable esposa y colaboradora de Orfilio. Foto: Cortesía de la familia

 

La trágica experiencia que marcó su vida

Estudiaba Medicina en La Habana cuando un condiscípulo y amigo íntimo suyo le confesó que tropezaba con los objetos y no veía bien de noche. Le aconsejó que viera a un especialista y acudieron juntos al encuentro de un profesor al que Orfilio admiraba mucho. Sin embargo le decepcionó el trato que tuvo el oftalmólogo con su compañero de estudios: le recomendó que dejara la carrera y se buscara un perro que le sirviera de lazarillo porque iba a quedarse irremediablemente ciego. Ambos salieron de la consulta muy deprimidos y el amigo terminó suicidándose.

“Desde entonces —expresó Orfilio en una entrevista— sentí como que tenía una deuda y quise saldarla desentrañando todo lo que estaba a mi alcance acerca de esta enfermedad, con vistas a tratar en lo posible el dolor de tantas y tantas personas”.

Investigador incansable

Graduado en el año 1951, y en 1954 empezó sus investigaciones con la búsqueda de pacientes en distintos puntos del país, sobre todo en zonas rurales donde sus habitantes no contaban con recursos para viajar a la capital a atenderse. Visitaba a esos enfermos, conversaba con ellos, les hacía fondo de ojo y un seguimiento evolutivo. Sus estudios tuvieron como escenario principal la antigua clínica Covadonga, hoy hospital Salvador Allende, y se prolongaron durante más de 30 años hasta lograr un esquema terapéutico que incluye cirugía, ozonoterapia y medicamentos. No se trataba de curar sino de detener la progresión de la enfermedad y en muchos casos mejorar la visión.

Años después, el doctor Porfirio Hernández, iniciador en Cuba del tratamiento con células madre, consideró que Orfilio era, sin saberlo, un precursor de su uso, porque el tejido que implantaba en la cirugía estaba lleno de células madre que revitalizaban los vasos sanguíneos y hacían que el paciente mejorara.

Cuando Fidel supo…

En 1987 hizo su primera cirugía en humanos. Al año siguiente una joven yugoslava que llegó a Cuba prácticamente ciega se sometió al tratamiento y muy agradecida empezó a llamar al especialista Papá Peláez. La noticia de que existía una terapia para la retinosis pigmentaria llegó a oídos de un presidente latinoamericano que tenía a un sobrino con esa enfermedad. El mandatario le escribió a Fidel para felicitarlo por contar con un proceder para hacerle frente al padecimiento.

Fidel se interesó sobremanera por el hecho del cual nadie le había informado. Una noche mandó a buscar a Orfilio y su inseparable esposa Mariadela Mendoza Marrero, psicóloga, que llegó a convertirse en su instrumentista de salón por mucho tiempo y otra experta en la lucha contra el mal. El diálogo se prolongó hasta las cinco de la mañana. Comenzó un camino sin obstáculos.

Aquel jefe de Estado invitó a Orfilio y a su esposa a una estancia de varios días en su país con los gastos pagados y cuando iban a regresar a la patria, el ministro de Salud de esa nación le propuso al oftalmólogo que si quería quedarse allí solo tenía que escribir en un papel el monto de su salario. Recibió un rotundo rechazo.

El programa nacional y otros aciertos

En su discurso en el acto de inauguración de la unidad de terapia intensiva del hospital Salvador Allende, en cuya construcción Orfilio trabajó como un albañil más, Fidel elogió la técnica para el tratamiento de la enfermedad e interrumpió su intervención para llamar al podio a su creador y darle la palabra. Era el 11 de septiembre del año 1989, fecha que marcó el inicio del Programa Nacional.

 

El acto de inauguración de la terapia intensiva del hospital Salvador Allende cuando Fidel le cedió la palabra a Peláez para que hablara de su técnica. Fue el punto de partida para el Programa Nacional de Retinosis Pigmentaria. Foto: Cortesía de la familia

 

Se crearon 13 centros provinciales con el propósito de que los pacientes no tuvieran que trasladarse a la capital para atenderse, fue creciendo el número de extranjeros deseosos de someterse al proceder, al punto de que fue necesario fundar con ese fin la Clínica Internacional Camilo Cienfuegos. En los años noventa, dentro de los servicios de salud, el tratamiento de la retinosis pigmentaria fue el más solicitado dentro del turismo de salud en Cuba.

Cuando en una ocasión le preguntaron al abnegado oftalmólogo qué diría si tuviera que mencionar un motivo de orgullo, respondió “que Fidel creyera en mí, en lo que yo hacía y me apoyara”.

Desafortunadamente esos servicios están hoy muy deprimidos.

Orfilio fue además pionero de los trasplantes de córnea en Cuba y fundador de la ergoftalmología, vínculo de la especialidad con los accidentes del trabajo. Realizó un destacado aporte al tratamiento quirúrgico de los cuerpos extraños intraoculares al descubrir el llamado signo del tatuaje escleral que permite la ubicación exacta del cuerpo extraño y su extracción con seguridad. También trabajó mucho la conjuntivitis sobre todo la del año 1981, sobre la cual desarrolló un colirio que lograba una mejoría notable. En esa coyuntura su casa se convirtió en otra consulta cuando llegaba del trabajo, y él los atendía a todos, porque según señaló en una ocasión consideraba a los pacientes como su familia.

La vigencia de un testamento

Desde que se instauró el 15 de enero como Día de la Ciencia Cubana, Fidel acostumbraba a reunirse con los científicos.

Para su celebración en el año 2001 Orfilio escribió la víspera un documento que no pudo leer porque esa madrugada sufrió un infarto cerebral como consecuencia del cual murió el 17 de enero.

Considerado su testamento, desde el primer párrafo se revela la personalidad excepcional de este científico para el cual la falta de visión no solo aquejaba al organismo humano.

“Como oftalmólogo —escribió— espero que en el nuevo siglo haya menos ceguera en el mundo en todos los planos, no solo en los órganos de la visión sino también menos ceguera en el espíritu humano y en sus actitudes, menos conflictos bélicos, económicos y ecológicos”.

Con motivo de su centenario, el próximo 17 de noviembre, se le dará el nombre de Orfilio Peláez Molina al servicio de oftalmología del hospital Salvador Allende donde realizó la mayor parte de sus investigaciones y ensayos, además de las primeras cirugías.

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