Un parteaguas entre el periodismo que tenemos y el que nuestra ciudadanía reclama y necesita, constituyó el XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), cuyas sesiones finales tuvieron lugar a fines de la pasada semana.
Lo que para alguna gente podría parecer solo un debate del sector, siempre ha tenido en la sociedad cubana un alcance mucho mayor, por lo que significa para la Revolución y su proyecto socialista la narrativa cotidiana de un proceso de construcción colectiva, en medio de problemas y obstáculos que quizás para otro pueblo resultarían insalvables.
Y no siempre lo hemos hecho bien, hay que admitirlo autocríticamente, no obstante los grandes hitos de sucesivas generaciones de profesionales de la prensa.
Por múltiples razones que sería imposible ahondar aquí, al periodismo cubano le ha sido difícil hallar un camino de evolución coherente y sistemática en sus formas de hacerse y decir, en correspondencia con los tiempos.
Por tal motivo el plato fuerte de este Congreso fueron los cambios que están a la vista en el modelo de comunicación y prensa públicas en Cuba, resultado de un inédito consenso entre los medios, la academia y las instancias políticas y gubernamentales del país, en la búsqueda de una fórmula duradera para encarrilar al periodismo más allá de los vaivenes de nuestras coyunturas y en concordancia con los dramáticos cambios globales en materia comunicativa.
Después de tantos años de reclamos y discusiones, la inminente implementación de nuestra primera Ley de Comunicación en la historia —resultado a su vez de la previa definición de la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno— y el inicio de un experimento en más de una docena de medios del país para transformar su gestión editorial y económica, dibujan para el sector un nuevo escenario a corto y mediano plazos.
No obstante esos saltos cualitativos innegables, gestados paradójicamente en uno de los períodos más difíciles del proceso revolucionario cubano, quienes participamos en el Congreso hicimos notar las debilidades y amenazas que podrían poner en riesgo estas transformaciones tan esperadas y luchadas.
La maldita circunstancia de la economía por todas partes que atenaza a toda la sociedad también impacta con fuerza en los colectivos periodísticos, tanto en sus recursos materiales como humanos, y en la posibilidad de cumplir con mayor eficacia nuestra función social.
Pero como dijera uno de los presidentes de la Upec ya fallecidos, Antonio Moltó, “la Upec sirve para decir sí donde otros dicen no se puede”, y más que quejas, el XI Congreso trazó estrategias que permitan, a partir de la transformación endógena de nuestros medios, mejorar la labor periodística en forma y contenido, de acuerdo con los avances tecnológicos y los requerimientos de los diversos públicos, y a la vez fortalecer la formación y superación profesional, así como la motivación de nuestros profesionales.
Como mismo hablamos, al referirnos a la economía cubana, de la urgencia de desatar las fuerzas productivas, en el periodismo podríamos parafrasear la idea proponiéndonos entonces desatar nuestras fuerzas creativas.
Ricardo Ronquillo Bello, reelegido como presidente de la Upec para los siguientes cinco años, sintetizó esa importancia estratégica del periodismo en los momentos actuales, al exponer que “es una cuestión de seguridad nacional que el sistema de medios del país cuente con el mayor grado de credibilidad y ascendencia en la sociedad cubana”.
Para conseguirlo habrá entonces que buscar el mayor consenso social, ciudadano e institucional, que faciliten esos cambios revolucionarios que ya están en marcha, los cuales todavía no se han comprendido ni asumido totalmente por todas las partes involucradas en su éxito.
No por gusto el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al clausurar el Congreso, remarcó la prioridad que representa la comunicación en general, y el periodismo en particular, para la dirección del país: “Sin una prensa crítica, una comunicación política, transparente, eficiente y orientadora; sin un periodismo comprometido y exigente, no es posible la Revolución”.