Santiago de Chile.- De las medallas que más se recordarán en estos XIX Juegos Panamericanos clasificará el título por equipos de nuestra selección mixta de judo. Pocas veces un periodista se queda ronco intentando imprimir energía desde las gradas. Pocas veces viviremos una final como esta, decidida en el último combate, con igualdad de shido y en el que Andy Granda perdió su apellido para ser simplemente Andy ¡Grande!.
Eran pasadas las 2 de la tarde cuando ocurrió el desenlace más feliz para Cuba sobre el tatami, en el cierre de un deporte que históricamente la rivalidad mayor ha recaído entre los nuestros y Brasil. El match duró casi media hora y los nervios dispararon a tal grado las tensiones que casi nadie quedó sentado en el Centro de Deportes de Contacto.
Luego de dominar con relativa calma a México (4-1) y Dominicana (4-2) nuestros cinco representantes (nos faltó siempre uno en el equipo porque no teníamos en esta cita nadie para cubrir la división femenina de 57 kg) salieron vestidos de azul contra Brasil, superior también sin tanta exigencia sobre Venezuela (4-1) y Colombia (4-0).
Tras el saludo en el centro del tatami y la derrota inicial por regla en los 57 kg, Magdiel Estrada sucumbió ante Gabriel Falcao y la fanaticada verdeamarilla inició sus festejos a ritmo de samba. La flamante campeona Idelannis Gómez no creyó en las dos derrotas que acumulaba en su joven carrera contra Luana Carvalho y le propinó un ippón que levantó el ánimo. ¡Guerrera de las buenas hace recordar a muchos a la subcampeona olímpica Yalennis Castillo!
El árbitro llamó entonces a Iván Silva (vendado casi toda su cabeza por una rotura de su pómulo izquierdo en semifinal) y a Rafael Macedo. Preciso en cada ataque, el matancero se llevó el triunfo por wazari y el match se abrazó a dos sonrisas. Ya no se escuchaba tanto el apoyo sudamericano, pero vendría una pelea imperdible: Idalis Ortiz versus Beatriz Souza.
Nuestra campeona olímpica, vencedora en la ronda individual, volvió a tener la dura resistencia de la carioca, quien se aprovechó de un falso ataque para llevarse el tercer éxito de su equipo y poner la corona a solo una victoria, que debía consagrarla el veterano medallista mundial y olímpico Rafael Silva, siempre y cuando el cubano Andy Granda se lo permitiera.
Y fue entonces que se exprimió el drama del desenlace. El cubano comenzó debajo por shido, pero rápidamente enrutó su estrategia de combate ante un corpulento rival que lo supera en más de 50 kilos. Pero ambos se conocen en demasía, al punto que en 11 combates anteriores seis victorias eran para el brasileño por cinco del nuestro. Con inteligencia Andy le fue exprimiendo las reservas físicas y logró el ippón por descalificación.
Todo estaba igualito a como entraron y para definir había que acudir al sorteo electrónico y público. La sorpresa de la tecnología quiso que Andy y Silva, aún agitados, fueran los héroes o villanos de esta porfía. Ya al periodista no le quedaba ni una rayita de voz para alentarlo, mientras en el banco Idelannis prefirió no mirar el desenlace; Magdiel e Iván lo guiaban como hermanos; e Idalis solo le sentenció: «decide tú, que eres Grande».
La diferencia aquí es que no serían los clásicos 4 minutos, sino directo a regla de oro y quien marcara primero daría el oro a su equipo. Andy encendió su reserva y ataque tras ataque, con mayor agilidad y destreza, fue logrando lo que necesitaba; shidos tras shidos. Era imposible para el brasileño aguantar «el tren de pelea» del cubano y en más de una ocasión se tiró al tatami pasivamente hasta que el árbitro los mandó al centro y decretó el éxito final.
«Cuba, Cuba, Cuba… » se escuchó en el recinto y Andy sonreía como si toda la felicidad del mundo estuviera a su lado para repartir. Arropado de sus compañeros, de su entrenador Julio Alderete y el técnico de las muchachas, Yordanis Arencibia, no pudo menos que agradecer la confianza. «Ganamos, coj…»
Eran ya las 2:45 de la tarde y el periodista sin voz corrió entonces a escribir esta crónica. Hoy Cuba fue judo y el que lo dude podrá volver a las imágenes televisivas o releer estas letras una y otra vez. Ninguna otra disciplina ha aportado más oros a nuestra delegación que la tropa de los judoguis. Las fotos y la alegría eran de los cinco campeones, pero también del resto que apoyó en el calentamiento y en las gradas.
Corro el riesgo de haber sido demasiado descriptivo. Pero no exagero si concluyo que me he quedado indefenso de emoción ante un oro que pasó de difícil a posible, de verde-amarillo a rojo y azul, de Brasil a Cuba, de Granda a Grande. !Muy GRANDE!