Del pueblo surgió y de sus raíces se forjaron las virtudes con las que caló muy profundo en el corazón de todos los cubanos. Así era Camilo Cienfuegos Gorriarán, el legendario Comandante rebelde que escribió páginas de gloria en la última etapa de la lucha insurreccional en Cuba, no como un héroe idealizado, sino como el hombre real, de carne y hueso, de principios solidarios y de incondicional lealtad a la Patria y a la Revolución.
Un 28 de octubre, hace 64 años, desapareció en un anochecer tormentoso cuando junto a otros compañeros el pequeño avión bimotor en el que retornaba a La Habana, desde la provincia de Camagüey, en el oriente del país, desapareció sobre el mar sin dejar indicios. Había cumplido su última misión: desarticular una componenda traidora que pretendía crear una quinta columna en la unidad del naciente proceso revolucionario en la Isla.
Niñez y adolescencia transcurrieron en un hogar humilde en la barriada habanera de Lawton. Las ideas emancipadoras de sus padres influyeron en el ideario de aquel joven que trabajó en una sastrería y emigró a Estados Unidos en busca de mejor sustento económico para ayudar a su familia.
Hombre de sangre jacobina, estuvo entre los 82 combatientes de la expedición del yate Granma para emprender la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Los altos valores patrióticos que distinguían al sagaz guerrillero en las montañas de la Sierra Maestra y en el llano lo hicieron merecedor de la absoluta confianza del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Como afirmara Ernesto Che Guevara, otro héroe de aquella gesta, “No ha habido en esta guerra de liberación un soldado comparable a Camilo”. Ambos compartieron con éxito la difícil encomienda de llevar sus respectivas columnas invasoras hasta el centro del país. Y lo lograron a pesar de innumerables obstáculos y peligros a lo largo de cientos de kilómetros, hostigados por el hambre, el frío y sorteando el asedio de un enemigo equipado con el mejor armamento de la época suministrado por Estados Unidos.
Con la Revolución triunfante
Los nexos con la clase obrera y el campesinado, junto a su vocación unitaria en aras de hacer la Revolución, dejaron huellas en su raudo paso por la vida.
La formación de un ejército de nuevo tipo calificado por el como “el pueblo uniformado” estuvo entre sus principales tareas con la llegada del poder revolucionario y su proyecto social.
Organizó un proceso de alfabetización y preparación política basado en la exigencia de que todo miembro de los cuerpos armados estudiara y se estableciera como un requerimiento ineludible para ingresar en sus filas.
No fue casual, además, que el nuevo Ejército trabajara en obras sociales, la repoblación forestal, la aplicación de la ley de Reforma Agraria, punto de partida de profundas transformaciones socioeconómicas.
Toda su acción estuvo encaminada a consolidar la alianza entre obreros y campesinos, a la unidad de todos los revolucionarios y a desenmascarar públicamente a traidores y conspiradores externos e internos que le hacían el juego al imperialismo yanqui.
Cuba vivió horas de angustia y tensión durante casi dos semanas de afanosa búsqueda en cada rincón de nuestra geografía y distante de sus costas para hallar al Señor de la Vanguardia.
«En el pueblo -dijo Fidel al confirmar la desaparición física del valioso combatiente- hay muchos Camilos. (…) Y Camilo seguirá viviendo en hombres como él y seguirá viviendo en hombres que se inspiren en él, porque lo único que nosotros podemos pedirle a nuestro pueblo es que cada vez que la patria se encuentre en una situación difícil, que cada vez que la patria se encuentre en un momento de peligro, se acuerde de Camilo».