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RETRATOS: Juez lego, una experiencia especial 

Cuando en 1976, María Regla Arango Machado, fue propuesta por sus compañeros de trabajo como juez lego, en el municipio Habana del Este, dijo que sí, sin saber a ciencia cierta cuáles serían sus funciones. No obstante, estaba clara de que era esa una demostración de confianza, y un ejercicio auténticamente popular que evidenciaba el carácter democrático del sistema judicial cubano.

“Mientras tenga vida, salud y un poquito de mente, voy a estar donde la Revolución”, expresa María Regla Arango Machado. Foto: Cortesía de la entrevistada

 

No imaginaba que, a partir de entonces, esa vivencia formaría parte de su historia personal durante muchos años. “Es que nunca he dicho que no a una tarea de la Revolución”, alega.

Cuenta que, acerca de los 11 años de edad, se puso de puntillas (para parecer un poquito más grande) y dijo que deseaba incorporarse a la campaña de alfabetización. La familia lo aceptó. Hoy recuerda ese suceso como uno de los momentos más hermosos de su vida, y también como un paso que la hizo crecer como persona.

“Mi sueño era poder alfabetizar en Santiago de Cuba porque se trataba de la cuna de la Revolución, y lo logré. Estuve primero en una zona que se consideró muy peligrosa porque actuaban los contrarrevolucionarios; y como yo era muy pequeña, decidieron llevarme para un sitio llamado Dos Palmas, cercano a El Cobre. Me quedé en casa de Evaristo Fabá, donde alfabeticé a cuatro compañeros.

 

Desde muy joven siempre estuvo convencida de la necesidad de superarse. Foto: Cortesía de la entrevistada

 

“Nunca he olvidado el hermoso desfile en la Plaza de la Revolución”, expone. Mientras recuerda, comienza a tararear: “¡Cumplimos, cumplimos! ¡Triunfamos, triunfamos!, así cantábamos, todavía me emociona”.

Después de eso, siguió incorporándose a todas las tareas que se convocaban, en tanto estudiaba. “Nací el 26 de junio de 1950, y mis 15 años los tuve que celebrar en agosto, porque en junio estaba en Camagüey, cortando caña”. Así se integró a los Comités de Defensa de la Revolución, a la Federación de Mujeres Cubanas y fue seleccionada militante de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Ya apostaba por convertirse en aeromoza en un curso convocado en el Aeropuerto Internacional José Martí, en La Habana, cuando descubrió el amor. “Tenía 18 años, me casé y salí embarazada. Mi compañero no quiso que yo continuara ahí, así que parte de mis anhelos quedaron en el camino”.

Después de eso, su vida cambió. Comenzó a vivir en un barrio en Centro Habana, lejos de la familia. Y ella, que hasta entonces había sido una de las mujeres que agradecía las transformaciones traídas por la Revolución, enfrentó una relación que estuvo signada por los rezagos machistas.

Durante un tiempo se consagró a la maternidad y a los quehaceres del hogar. Pero María Regla no estaba hecha para permanecer en casa. Quería superarse y trabajar para mejorar sus condiciones de vida.

El movimiento de microbrigadas impulsado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, a inicios de la década del 70 del pasado siglo, para la construcción de viviendas, fue una oportunidad que aprovechó. Junto a su esposo, logró obtener el derecho a una vivienda, y luego del divorcio, ella continuó en esas faenas para poder tener su espacio propio.

“Fueron años intensos. En 1980, gané mi apartamento. También había iniciado los estudios de Ingeniería Industrial en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE) a través del Curso para Trabajadores, y en 1983, me gradué”. En la Empresa Nacional de Frigoríficos y en la de Servicios de Ingeniería dejaría su huella como especialista.

Siempre al lado de la Revolución

A María Regla la Revolución le corre por las venas. Nació en San Antonio de los Baños, en el seno de una familia de comunistas. Su abuela, María Regla Sandoval, fue una activa colaboradora del Movimiento 26 de Julio, y su padre, Sergio Arango, también luchó contra el dictador Fulgencio Batista.

“La Revolución me hizo persona, me hizo conocer los derechos de la mujer y creo que a ella me debo”, afirma esta cubana que nunca olvida su origen y asegura que las personas del campo no tenían derecho a nada”.

Agradecida y responsable, vinculada al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Administración Pública, cuenta que la experiencia como juez lego le ha permitido adquirir conocimientos con respecto a la aplicación del Derecho en Cuba. Asimismo, ha tenido que desarrollar habilidades y documentarse acerca de las leyes vigentes para poder enfrentar de manera justa e imparcial el papel que le corresponde sin violar la esencia de lo que significa ser juez lego.

Al preguntarle qué le ha aportado esa función, asevera: “Ser más sensible, más fuerte y observadora, para, sin perder la ternura que caracteriza a todo revolucionario, aprender a definir la conducta de las personas y las circunstancias en que se da el delito”.

 

Ha obtenido múltiples reconocimientos, entre estos, las medallas Conmemorativa de la Alfabetización, la de Hazaña Laboral, la del 40 aniversario de las FAR, así como el Sello Conmemorativo por el aniversario 70 de la CTC y la Distinción 23 de agosto. Foto: Cortesía de la entrevistada

 

Insiste en que las personas propuestas para ejercer esta responsabilidad, deben tener una conducta ética intachable en cualquier espacio de la sociedad, ser buenos trabajadores y consecuentes con los principios de la Revolución.

“En esas vistas uno ve muchas situaciones que impactan en los sentimientos, como mujer y madre; ahí se corrobora que hay que seguir trabajando en la educación en valores y en el respeto a las Leyes. Es imprescindible la lucha de todos por erradicar cualquier tipo de delito”.

Expone que, en la década del 90, presentó problemas de salud. “La neuropatía me afectó la vista y la locomoción, por lo que  posteriormente, pasé a la comisión de peritaje médico laboral. Aun así, me he mantenido trabajando en mis funciones como juez lego, cada vez que me lo han propuesto”, alega esta abnegada mujer, militante del Partido Comunista de Cuba.

Más de 40 años cumpliendo funciones como juez lego, demuestran el compromiso de María Regla, el respeto que tiene por sus compañeros y por la comunidad en la cual reside. “Soy comunista, y pienso que nuestro proceso tenemos que cuidarlo. Mientras tenga vida, salud y un poquito de mente, voy a estar donde la Revolución me necesite.

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