No lograron desviarlo de la lucha sindical ni sobornos ni amenazas, ni pudieron impedir que se mantuviera defendiendo a los portuarios cuando los usurpadores de la CTC asaltaron los sindicatos y sustituyeron a sus dirigentes democráticamente electos por títeres al servicio de la patronal y el imperialismo.
Aracelio siguió batallando incansablemente en el empeño de alcanzar sustanciales mejoras para los portuarios, lo que le ganó el odio de quienes se empeñaban en explotarlos. Por eso el gobierno corrupto y proimperialista de Carlos Prío envió a un grupo gansteril para asesinar al recio líder sindical y comunista.
El crimen se produjo el 17 de octubre de 1948. Aracelio fue baleado cobardemente por la espalda y murió al siguiente día.
Setenta años después, su vertical ejecutoria sigue viva en la memoria de los trabajadores. Sus continuadores en el movimiento sindical, junto a obreros destacados, le rindieron homenaje y depositaron ofrendas florales en el sitio donde se erige su monumento, en la tarja que marca el lugar donde fue mortalmente herido y en su tumba, como demostración de que los héroes nunca mueren.