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El mundo de hoy

El escenario político internacional resulta para muchos observadores el más complejo de los últimos años. La humanidad entera sufre aún las consecuencias de la pandemia Covid-19 y ve con angustia que en el orden de la salud existen amenazas para todos los pueblos, unido a las anunciadas crisis económicas.

La seguridad mundial está en peligro ante la posibilidad de una confrontación militar que involucre a los países miembros de la OTAN con la Federación Rusa y la República Popular China, dada las amenazas de Estados Unidos y otras naciones de la Alianza Atlántica.

Y no solo se vería afectada con una guerra Europa, Estados Unidos y Canadá. Avanzan los planes que involucran a países asiáticos dirigidos contra China, mientras se mantienen las amenazas y sanciones a toda nación que no respete “las normas” creadas por quienes ven con temor la posibilidad de perder su hegemonía mundial.

Aún resuenan en la sede de las Organización de Naciones Unidas (ONU) los discursos de los presidentes, que a nombre de sus naciones llamaron, una vez más, a detener a quienes quieren la guerra y la destrucción como forma desesperada de mantener un orden que se desmorona.

Viejos problemas, nuevos enfoques

Alguien podría argumentar que en la 78 asamblea de la ONU solo se repitió el reclamo de la mayor parte de la humanidad por el respeto a su soberanía, sus riquezas naturales y el derecho al desarrollo, aunque hay una diferencia, y es que el mundo está cambiando porque no resiste más el orden establecido.

Ya el grupo de los BRICS no lo integran solo los países que le dieron vida, sino que ha crecido con otras naciones que representan a los países del Sur, mientras otros esperan poder integrarlo en los próximos meses.

El tema de convertir a la ONU y su Consejo de Seguridad en un organismo internacional capaz de cumplir con los objetivos por el que fue creado fue reconocido hasta por sus principales directivos.

Otro reflejo de los cambios que se dan fue el inusual tratamiento al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien ni siquiera pudo hablar en el Senado de su principal prestamista, el gobierno de los Estados Unidos.

Hoy día ni la OTAN ni la Unión Europea y mucho menos Estados Unidos pueden decir que cada sanción, amenaza o medida arbitraria contra cualquier país que no siga sus “normas” se aplica a nombre de la humanidad.

La verdadera democracia vuelve a países como Brasil, por solo nombrar una nación, y el dominio de las metrópolis sobre sus viejas colonias africanas está en crisis, a pesar de las amenazas de intervenciones militares. Hay que reiterarlo, el mundo está cambiando, y de qué manera.

Maniobras para no perder su hegemonía

Hasta el mismísimo presidente estadounidense, Joe Biden, clamó por reformar el Consejo de Seguridad de la ONU. Claro, con las propuestas de naciones que acaten sus órdenes.

A punto de iniciarse el último trimestre del presente año la verdad se ha ido abriendo paso sin necesidad de gastar millones de dólares en propaganda para satanizar a Rusia, China y muchas otras naciones sancionadas y vilipendiadas por Washington.

La operación militar especial de Rusia en Ucrania nunca fue una invasión, tal y como han llevado a cabo Estados Unidos, Gran Bretaña y otros miembros de la OTAN, al intervenir en naciones soberanas.

Las sanciones económicas hacen daño, pero no han podido destruir a Rusia, que sin embargo mantiene su economía y estrecha lazos con países de todos los continentes, al igual que China.

Y todo esto acontece en momentos donde las encuestas en Estados Unidos reflejan que la mayoría de ese pueblo está en contra de las acciones de su gobierno, capaz de prestar millones y millones de dólares para una guerra que saben ya perdida desde hace tiempo y solo dan migajas a los afectados por el fuego u otras calamidades internas.

El tiempo que se avecina presagia tormentas, no solo por el cambio climático, sino por la lucha en cambiar el poder que se ha construido para favorecer a unas pocas naciones y mantener a la mayoría de la humanidad en la pobreza. Lo que no será fácil.

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