Intervención de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el encuentro con la comunidad de emigrados cubanos, en Nueva York, el 22 de septiembre de 2023, “Año 65 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Buenas noches, queridos compatriotas:
Este venidero mes de noviembre marcará 200 años de la llegada a esta ciudad de Félix Varela, sacerdote, maestro, escritor, filósofo, político y, sobre todo, patriota cubano.
El destacado sabio y maestro José de la Luz y Caballero dijo sobre el Padre Varela: “Mientras se piense en la isla de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar”.
Varela fue de los cubanos que desde inicios del siglo XIX comenzaron a asentarse en esta ciudad, que se convirtió con relativa velocidad durante mucho tiempo en el destino principal de los emigrados cubanos en los Estados Unidos. Con posterioridad se fueron creando comunidades en otras ciudades, pero fue aquí donde comenzó con fuerza la historia de la emigración cubana en esta nación.
En su formidable investigación sobre ese asentamiento de cubanos en la ciudad de Nueva York, cuando aún éramos una colonia bajo el dominio español, nuestro compatriota Lisandro Pérez describe tanto los éxitos como las vicisitudes de diversos grupos y familias emigradas. Expone las duras realidades del emigrado. Narra la diversidad de posiciones políticas respecto a la condición colonial de Cuba. Destaca las divergencias entre quienes creían que la solución política de nuestro país estaba en la anexión a los Estados Unidos y aquellos, como Varela, que nunca titubearon en la determinación de defender el ideal de una Cuba plenamente libre, independiente y soberana.
Lisandro también describe la fecunda presencia de José Martí, sus aportes como emigrado a la cultura cubana y al acervo patrimonial latinoamericano. Reseña la tenaz actividad del Apóstol en la organización y concepción de la nueva gesta libertadora a iniciarse en 1895. Resalta el hecho de que, durante su estancia en los Estados Unidos, Martí viajó incansablemente a diversas regiones de este país como parte del esfuerzo revolucionario. Se reunió en distintas ciudades y asentamientos con emigrados y otras personas y grupos dispuestos a respaldar la causa de la independencia.
No se registran, en ese prolífico andar del Maestro, gestiones en Washington para involucrar al Gobierno de los Estados Unidos en la importante tarea de liberar a Cuba del yugo colonial. Martí comprendió con genial claridad que los problemas del país se resolvían entre los cubanos. Así conspiró, motivó, convenció, reclutó, influyó y recaudó recursos entre miles de cubanos de Nueva York, Tampa, Cayo Hueso y otras localidades. También se ganó el respaldo de varios latinoamericanos, estadounidenses y ciudadanos de otros países, pero nunca procuró la participación de los gobernantes en Washington. Llegó a escribir con sólida argumentación sus alertas sobre los peligros de poner el destino de Cuba en manos de la potencia naciente y ambiciosa. No es por gusto que le llamamos Apóstol de la Patria.
Nuestra delegación visita Nueva York para participar en el Segmento de Alto Nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como ocurrió cuando estuvimos en esta ciudad hace cinco años. En esta ocasión, además de hablar a nombre de Cuba, nos corresponde representar las posiciones del Grupo de los 77 y China, cuya presidencia ostenta nuestro país desde inicios del año. Se trata de una agrupación integrada por 134 naciones que conforman la mayoría de los Estados Miembros de la Organización de las Naciones Unidas. Junto a China habitan en sus territorios 6 300 millones de personas, equivalente a casi el 80 % de la población mundial.
Es una responsabilidad de gran envergadura que conlleva mucho esfuerzo en unir voluntades y construir consenso. Descansa en la trayectoria, el prestigio y el reconocimiento generalizado a la política exterior constructiva, solidaria y de cooperación que desarrolla nuestro país.
En este contexto, y como es práctica cada vez que visitamos un país, constituye un deber y resulta un placer reunirnos nuevamente con un grupo de nuestros connacionales y compartir ideas con los que aman y fundan, los que, como ustedes, preservan sus sentimientos de respeto, compromiso y amor hacia la patria y hacia la tierra que los vio nacer, y la desean libre, soberana, independiente y próspera, como también lo soñó Martí.
Conocen ustedes muy bien que nuestro país transita por una situación económica muy tensa, motivada por un conjunto de factores. Entre ellos están las secuelas a nivel nacional y a nivel global del impacto de la COVID-19, la crisis económica internacional y el efecto de la guerra en Europa, todo lo cual era impredecible y rebasa nuestra capacidad de influencia. Existen, además, problemas internos de nuestra economía, de la estructura socioeconómica del país y de trasformaciones necesarias que deben acometerse aun en el contexto de las actuales dificultades. Sobre esos problemas trabajamos sin descanso.
Pero también conocen ustedes el impacto extraordinario y deliberado de la política estadounidense dirigida a estrangular nuestra economía. No hay otra manera de calificar esa conducta cruel. El poderío económico de los Estados Unidos y la posibilidad de amenazar, presionar y perjudicar a cualquier país, le otorga a ese gobierno una capacidad singular para ejercer el bloqueo económico, obstaculizar los intereses comerciales y financieros de Cuba en cualquier latitud y provoca grandes limitaciones al desempeño de nuestra economía.
Ninguna nación ha debido enfrentar nunca un desafío tan desigual y prolongado para manejar e intentar desarrollar su economía, y para salvaguardar el bienestar de su población. Ninguna ha estado sometida a una política hostil tan amplia, multifacética y persistente como la que aplica el gobierno estadounidense contra los cubanos.
Por eso tenemos el deber de denunciar este crimen cuando asistimos a las Naciones Unidas. Por eso contamos con el respaldo casi unánime de la comunidad internacional, y el apoyo y solidaridad de muchos pueblos del mundo, sobre todo de gente humilde, trabajadora y con un sentido de justicia.
Por eso tenemos la fortuna de contar con el espíritu patriótico y el ánimo comprometido de cubanos y descendientes de cubanos que residen en muchos países.
Por eso tenemos el deber de reconocer, agradecer y homenajear, especialmente, a los miles de compatriotas que aquí, en los Estados Unidos, no solo respaldan, sino que luchan, cada cual a su modo, para que se ponga fin al bloqueo económico.
Los llamados en los últimos meses y el movimiento que los ha respaldado para que se ponga fin a la arbitraria e injusta designación de Cuba como Estado supuestamente patrocinador del terrorismo, son una muestra del esfuerzo que estamos homenajeando.
Nos enorgullece enormemente y nos llena de emoción constatar que, frente al odio y las agresiones, amigos y compatriotas a lo largo y ancho de la geografía mundial colman avenidas y plazas los últimos domingos de cada mes, protagonizando jornadas de amor y solidaridad y demostrando al mundo que Cuba no está sola.
Resultan también alentadores los disímiles mensajes de condolencias, ofrecimientos de ayuda y donaciones enviados por ustedes, nuestros connacionales, residentes en el exterior durante la COVID-19, y posteriormente cuando sufrimos los tristes accidentes en el Hotel Saratoga, la Base de Supertanqueros de Matanzas y el azote del huracán Ian en el occidente del país.
Decía nuestro José Martí que “La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos”. Y eso es precisamente lo que han hecho nuestros compatriotas con su ayuda: estar al lado de la patria en momentos realmente complejos.
Desde nuestro último encuentro en esta propia sala hemos adoptado varias decisiones y medidas dirigidas a continuar estrechando los vínculos con los cubanos residentes en el exterior, a pesar de las difíciles condiciones económicas del país y de la hostilidad incrementada por parte del Gobierno de los Estados Unidos.
Son ellas demostración del empeño en no dejarnos desviar del rumbo hacia una relación cada vez más natural, cercana y constructiva con aquellos que nacieron en Cuba y han decidido asentarse en otros países, con los descendientes de los emigrados y con quienes sencillamente y por razones diversas viven indistintamente dentro y fuera del país.
Hay todo un grupo de acciones que se han aprobado y que han tenido lugar en estos tiempos, todas han sido porque los hemos escuchado para tratar de satisfacer las demandas que ustedes nos han hecho.
Los días 18 y 19 del próximo mes de noviembre estaremos celebrando en La Habana la IV Conferencia “La Nación y la Emigración”, como parte del fortalecimiento continuo e irreversible de los vínculos entre Cuba y sus nacionales en el exterior; resultado del diálogo amplio y franco iniciado en noviembre de 1978, promovido e impulsado por el Líder Histórico de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
En vísperas del aniversario 45 del Diálogo del 78, encuentro que marcó un punto de inflexión en las relaciones de Cuba con los cubanos en el exterior, permítanme rendir merecido homenaje a aquellos iniciadores, en especial a los mártires Carlos Muñiz Varela y Eulalio Negrín. Asimismo resulta justo recordar entre nosotros a Lourdes Casals, Luis Miranda, Walfrido Moreno, Reinaldo Cué y otros tantos que dedicaron sus vidas a esta noble y patriótica causa.
La Conferencia se propone continuar el camino emprendido con el Diálogo del 78 y las tres anteriores Conferencias “La Nación y la Emigración”, realizadas en abril de 1994, noviembre de 1995 y mayo de 2004.
Durante las jornadas de debates, antes, durante y posterior a la celebración del encuentro en La Habana, aspiramos a estimular los vínculos con las nuevas generaciones de cubanos residentes en el exterior, a través del fortalecimiento de los nexos culturales e históricos con su país o el de sus padres.
La tarea es lograr un país aun mejor, que proteja y refuerce la justicia social, sin intromisión foránea; que cuente con el concurso de todos los cubanos dispuestos a aportar, con independencia de donde vivan; que todos se sientan parte; que contribuyan a enaltecer el orgullo nacional y a rechazar el esfuerzo por denigrar, vulgarizar y distorsionar la cultura y las tradiciones de nuestro país.
Es también el empeño por robustecer el amor patrio y el sentimiento misterioso que nos despierta escuchar la palabra cubano, “esa dulce palabra”, al decir de Martí; o cuando un atleta nacional eleva con sus lauros los colores de nuestra bandera; cuando un artista provoca el reconocimiento del público a su talento prodigioso y se revela que es cubano; cuando se da a conocer el descubrimiento o el resultado investigativo de un científico de nuestra nación, sin importar dónde esté; cuando un cubano o un conjunto de ellos ayuda a salvar una o varias vidas en un lugar remoto o como resultado de un alto perfil profesional.
La palabra cubano ya se extiende fuera de nuestras fronteras y ustedes son una expresión de eso.
No quiero y no debo referirme aquí a esos que aún no han asimilado ese valor de sentirse cubano, los que por algún motivo lo han perdido o los que lo han empeñado a favor de quienes desean destruirnos o sueñan con convertirnos en la estrella 51 de la bandera estadounidense. No es esta la ocasión para esos temas.
Nuestro mensaje es de unidad, de patriotismo y de apertura a todo el que desee contribuir. Escuchamos a todos con respeto, aun si tenemos discrepancias de diverso tipo.
Compatriotas:
Nuestro país está en constante transformación, siempre por defender y mejorar la sociedad de justicia por la que se han sacrificado varias generaciones de cubanos. Cuesta mucho trabajo lograrlo en el contexto de las grandes presiones económicas y la incesante hostilidad de nuestro vecino poderoso. Pero no nos detenemos. En ocasiones nos adentramos en terrenos inexplorados y nos sentimos en la necesidad de realizar ajustes, reagrupar la inteligencia colectiva y corregir lo que resulte propicio.
Cuba tiene el derecho a construir y defender su propio destino, a luchar por el bien justo y equitativo de nuestro pueblo, a disfrutar de forma sostenible y solidaria de la riqueza nacional, y a darle la oportunidad a cada ciudadano para su pleno desarrollo como parte de la comunidad. Ese ha sido el sello distintivo de nuestra lucha. Ese es nuestro compromiso y para defenderlo aspiramos a contar con todos nuestros compatriotas, dondequiera que vivan.
Al intervenir en la Sesión Constitutiva de la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el pasado mes de abril, expresé la siguiente idea, que me tomo la libertad de repetir: “…no podemos ser parte de la politización de la emigración cubana, con la que trafica el enemigo. Debemos defender una relación con los emigrados cubanos que les deje claro que admiramos sus triunfos y que su patria los respeta, los mira orgullosa y los espera de regreso, aspirando simplemente a que respeten y defiendan el suelo que los vio nacer y los formó con amor.”
Sepan que los que estamos en Cuba, resistiendo, creando y construyendo, contamos con ustedes.
Todos los que quieran construir serán bienvenidos. Cumplamos juntos y unidos el anhelo martiano de una República con todos y para el bien de todos.
En nombre de nuestro pueblo, que tiene el mérito principal de nuestra obra, les reitero nuestra voluntad y compromiso de continuar fortaleciendo los vínculos raigales de nuestros connacionales en el exterior con su país de origen.
¡Viva Cuba libre, independiente y soberana! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
Muchas gracias (Aplausos).